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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ciegos en Gaza

La escalada sangrienta en Gaza posterior al 2 de mayo, cuando el partido derechista del primer ministro israelí votó contra el plan de evacuación de Ariel Sharon, adquirió ayer su rostro más macabro tras la voladura de seis soldados israelíes y la exhibición de sus restos por militantes de Hamás. En las inmediatas represalias israelíes por la más mortífera emboscada contra sus tropas en año y medio, murieron siete palestinos y hubo más de un centenar de heridos. Sharon ya ha prometido más venganza, mientras sus tropas buscan los restos de los militares despedazados casa por casa.

La batalla de ayer, en un territorio virtualmente fuera de control, ahonda inevitablemente el cisma entre los israelíes. Los ultramontanos, el Likud entre ellos, ven el abandono de Gaza como una traición y un premio al terrorismo palestino; la mayoría más sensata cree, por el contrario, que no merece la pena pagar un precio tan alto en vidas e inseguridad por la posesión de una franja de tierra miserable, ocupada en la guerra de 1967, donde viven 7.500 judíos entre 1.200.000 palestinos.

Sharon ha dicho a su Gobierno que tendrá listo este mismo mes un proyecto de evacuación alternativo al derrotado. Pero, de momento, el plan real del primer ministro es ensangrentar suficientemente el territorio ocupado como para que cualquier retirada que llegue a producirse no pueda ser esgrimida por los palestinos como una victoria. Con todo lo que vaya a tener de estratégicamente irrelevante, el abandono de Gaza sería un hecho positivo, que la mayoría de los israelíes refrendaría, como muestran sin asomo de duda los sondeos de opinión.

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Washington debe ayudar a Sharon a que abandone esa tira de tierra, pero en términos realistas. No como los escenificados por el presidente Bush en la Casa Blanca el mes pasado, cuando, junto al primer ministro, se comprometió públicamente a olvidarse, a cambio de una retirada de Gaza, del derecho de los palestinos a regresar a sus tierras y a aceptar que en un eventual acuerdo de paz Israel mantenga asentamientos ilegales en la Cisjordania ocupada. Ambos extremos han sido leídos por los árabes como un nuevo insulto histórico a su dignidad. Y se suman a una furia acumulada en la que el apoyo ciego de Washington a Sharon, pese a su conciliadora carta de ayer a los palestinos, se mezcla con las sevicias infligidas a los prisioneros iraquíes para desembocar en un peligroso y generalizado sentimiento de humillación.

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