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Entrevista:JUAN MARÍA ARRIAGA | Galerista

"El arte es, con la construcción, una de las mejores inversiones"

Kur abrió sus puertas en octubre de 2002 con una exposición dedicada a Manolo Valdés, con un valor seguro. Pero se ha hecho un nombre precisamente por todo lo contrario, por arriesgar, por ceder protagonismo en su programación a artistas poco conocidos en Euskadi. "Sobre todo, por la apuesta latinoamericana", apunta Juan María Arriaga. "Es pintura que tiene una fuerza especial, porque se hace con hambre, con sangre, con necesidad". La galería, que próximamente mostrará el trabajo de Aitor Etxeberria y Carlos de Paz, también prepara también una muestra de Juan Genovés.

Pregunta. ¿Qué balance hace de estos dos años?

Respuesta. La acogida ha sido muy buena, gusta nuestra línea expositiva, así que el balance es positivo, si no nos fijamos en lo económico... El arte no es un bien de primera necesidad y aquí la gente se compra un buen coche, una casa, se va de cena y en invierno a esquiar, y sólo después, si le sobra dinero, se compra un cuadro.

P. ¿No se entiende el arte como una inversión?

R. No existe esa conciencia, frente a lo que ocurre en Estados Unidos, donde hay una cultura de coleccionismo. Y el arte, bien asesorado, es junto con la construcción, una de las mejores inversiones que puede hacerse.

P. Basta preguntárselo a los herederos de Picasso.

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R. Y a otros muchos.

P. ¿De qué viven las galerías que no mueven la obra de artistas de ese peso?

R. Nosotros trabajamos con instituciones -ahora preparamos una exposición del grupo Gaur para Caja Vital- y seguimos comprando arte en el extranjero para venderlo aquí, y viceversa.

P. ¿Kur se hundiría si dependiera del coleccionismo?

R. Seguramente, sí.

P. El miedo a que se critique la falta de sensibilidad de las instituciones hacia el arte contemporáneo, ¿les está llevando a apoyar iniciativas sin fundamento?

R. Sin lugar a dudas. Y creo que los propios artistas deberían protestar, porque así se puede llegar a hacer sombra a los que valen. Los políticos apoyan proyectos en los que luego no intervienen para nada. Y en algunos casos lo hacen sin criterio y sin ningún tipo de control.

P. ¿Manifesta es una apuesta sólida?

R. En principio debería ser bueno para la ciudad y para las galerías. Todo movimiento cultural lo es, como ha quedado demostrado con la feria de fotografía y vídeo DFOTO, que ha reunido a las mejores galerías. Toca felicitar a Enrique Ordóñez porque ha sido muy interesante; ha habido mucho público, buenas ventas y además los galeristas hemos tenido la ocasión de ver a los profesionales y coleccionistas con los que tratamos en Arco.

P. En los últimos años han surgido grandes infraestructuras y eventos culturales. ¿Responde a una afición real?

P. Puede haber más proyectos que afición en un primer momento, pero es así como se va creando el interés por el arte. Aquí habría que crear un triángulo con el Guggenheim, el Artium y, en su caso, Tabacalera para plantear un circuito y fomentar la afición.

P. ¿La falta de interés en el arte puede explicarse, por la distancia que marcan los artistas con la sociedad?

R. Es cierto que algunos viven en su mundo, pero cada vez pisan más la tierra porque van siendo conscientes de que el trabajo del artista es durísimo. Es fácil vender los 50 primeros cuadros a familiares y amigos, pero entrar en el circuito de las galerías resulta complicadísimo y un artista sin galería es un personaje huérfano.

P. Usted, que empezó con la pintura antigua, ¿qué virtudes y defectos ve en el lenguaje contemporáneo?

R. No se hacen demasiadas cosas nuevas. Todos los artistas se creen únicos, pero hay pocos con ese punto de genialidad. Hoy está casi todo inventado, la novedad suele radicar en la aplicación de las nuevas tecnologías. Y esa es otra, hay gente que necesita una excusa para estar en la sociedad y la encuentra en el arte; cualquier iniciado con una cámara digital en las manos se cree artista.

PERFIL

Ni nació en el seno de una familia de artistas, ni estudió Bellas Artes. Juan María Arriaga (San Sebastián, 1962) llegó al arte gracias a su espíritu aventurero. Sus viajes por los cinco continentes le descubrieron la artesanía y la pintura antigua y quiso profundizar más. "Luego empecé a comprar cuadros en el extranjero y a venderlos en España, y viceversa", cuenta. Hace diez años convirtió el arte en profesión y hace casi dos abrió la galería Kur en San Sebastián.

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