_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Políticas de proximidad

"Abril es el mes más cruel" dice el primer verso de The Waste Land de T. S. Eliot, que en español se ha traducido como La Tierra baldía. El adjetivo tiene en ambos idiomas la misma connotación gris y frustrante, de lo que se malogra o mal empeña, y remite al mismo sentido de obra pendiente, de edificio o cultivo por hacer. Un terreno aún baldío, falto de construcciones concluyentes y cultura extensiva, es desde luego el de la lucha contra el sexismo en general, y muy particularmente contra el terrorismo machista que ha acabado en el primer trimestre del año con la vida de quince mujeres. Que ha seguido en abril, en pleno brote de primavera política, de horizonte de cambio, representando su drama de asesinatos a domicilio, sin horizonte alguno, sin más cambio que el de su propia aceleración: dos mujeres asesinadas la primera semana; tres mujeres y tres niños, la última del mes.

La más cruel, la que ha hecho saltar todas las alarmas, la que ha retratado las deficiencias e insuficiencias del sistema de protección a las víctimas de malos tratos. La que ha provocado la adopción de medidas urgentes para remediarlas o al menos paliarlas, mientras llega la proyectada Ley Integral contra la Violencia de Género. Y subrayo el adverbio para significar que la aplicación efectiva de esas medidas correctoras y la materialización de esa ley tienen que hacerse por un procedimiento de extrema urgencia. Se debe reducir al máximo el "mientras tanto", porque en cada hueco mal o desprotegido, en cada intervalo entre decisión y acción caben mucha crueldad envalentonada y muchos crímenes. La media desde hace mucho tiempo no da respiro: una mujer asesinada cada cinco días, o peor. (Acabamos de conocer la muerte de otras cuatro mujeres).

Sin abandonar el terreno del "mientras tanto" pienso ahora en el espacio de prevención y de protección que ninguna ley, ni siquiera la más lúcida o exhaustiva, puede colmar por sí sola. En el hueco que sólo puede llenarse con gente, con iniciativas personales, con gestos de vecindad. Se calcula que en España un millón de mujeres padecen, en diferente grado, malos tratos. Podemos pensar entonces que son bastantes más los millones de personas que, en el entorno de esas mismas mujeres, están al tanto de su situación. Millones de vecinos, compañeros de trabajo, amigos o parientes que saben o sospechan lo que están padeciendo. Tendría que ser posible acabar, entre todos, con la plaga. Con los palos, las vejaciones, las amenazas, con el terror y el mal vivir. Se tendría que poder reforzar, entre todos, la labor preventiva y protectora de las decisiones judiciales y de las leyes; convertir los hogares que para tantas mujeres son espacios de alto riesgo en zonas habitables, de tranquilidad garantizada.

Muchos violentos se lo pensarían dos veces, o no conseguirían alcanzar su meta de patada en la cara, cuchillo o lata de gasolina si el camino hasta su víctima estuviera plagado de obstáculos vecinales, de escudos humanos, de "por aquí no pasas". Pero para conseguir esa movilización de proximidad hay que romper muchos esquemas no intervencionistas, muchas inercias de silencio, de miedo a mezclarse en asuntos que se siguen considerando privados, es decir, intratables, y superar la desorientación ante situaciones que contradicen de un modo brutal, desconcertante, la lógica de la familiaridad y del afecto.

Abordar en serio el debate y la pedagogía que permitan invertir estos esquemas y extender la convicción de que la violencia de género no es asunto privado, sino el más complejamente público que existe, me parece esencial. La erradicación del terrorismo doméstico pasa también por ahí, por la creación de redes de solidaridad in situ (en el hueco de la escalera, en el lugar de trabajo, en la tienda o en la peluquería), de cadenas humanas dispuestas a actuar rápidamente llegado el caso, de actitudes explícitas y en serie, capaces de disuadir al más pintado, al más desalmado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_