_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los tercios de Camps

Mayor Oreja es un melancólico que ni escarmienta ni para de despachar fórmulas magistrales. Después de su frustrante experiencia en el País Vasco, y con un PP derrotado en las recientes generales a sus espaldas, sólo en Europa encuentra su redención y la de su gente. Con esa premisa, Mayor Oreja ha acudido a Valencia convencido de que en Valencia vivaquean los tercios que pueden conquistarle un escaño en Estrasburgo y Bruselas. Y no se recató en pedir un millón de votos para su campaña, y en piropear a la ciudad de Valencia diciéndole que está en el centro de Europa. Los políticos cuando se ponen tiernos y pelotas, hacen de su ternura y peloteo retórica y geografía de bricolaje. Cada día más, los políticos sienten el vértigo de la fabulación y nos ponen los mapas y la estadística perdidos de divagaciones, colorines y prodigios: la Moncloa de Aznar puede ser un decorado de Macondo, y el Mediterráneo que evoca Mayor Oreja ha inaugurado playa en Luxemburgo. El candidato a eurodiputado ha brindado su espléndida metáfora a Francisco Camps y a Rita Barberá, con la petición de que movilicen a los populares valencianos, ya sean presidencialistas, ya zaplanistas, para ganar la batalla del Parlamento europeo. Afectos y afinidades, de por medio. Y todo un síntoma: a Zaplana se le soslayó en el acto, de tal forma que tan solo se le citó una vez y muy a vuelo raso. Zaplana anda metido en otros más circenses intríngulis. Ahora, desde la trinchera de portavoz de su grupo en el Congreso de los Diputados se ocupa en ponerle límites y contenidos y líos a la comisión de investigación que se está montando, con sustancias de panacea, y manifiesta en sus declaraciones su ya descarada falta de rigor político, cuando afirma tan campante que carece de datos, pero que tiene intuiciones a porrillo. Así es como todo se hace de mala manera. Porque con esas mismas intuiciones, unos cuantos manejos por aquí, y unas intrigas por allá, hay que ver cómo nos ha dejado el hombre lo que a él le hace el papel de patio trasero.

El cronista ignora cómo salió de Valencia el muy probable huésped de Estrasburgo, pero duda de los tercios de Camps y de sus movilizaciones, por algunos comentarios al respecto. El liderazgo de Camps se ha estrenado bajo la charanga del blaverismo y los ecos de quien fue su maestro y lo señaló sucesor, mal que le pese. Porque todos esos apaños siempre terminan pagándose. Como se pagarán también, más pronto o más tarde, los avales del padrino Fabra. Y no sólo en el debe de la ética, que eso ya es agua que no mueve molino, ni da para trasvases. Pero sí en la gestión, si es que finalmente gestiona algo. Y de paso que deje de impartir consejos y recomendaciones, pedagogías que, por lo común, acaban convirtiéndose en puro disparate. Decirle a Ribó que no persiga a Fabra y que le pida perdón es regresar al pasado, cuando la letra entraba con sangre. Pero si ese es su método, que aconseje también a la fiscalía anticorrupción que no estudie los procedimientos que Fabra tiene en los juzgados por la posible comisión de uno o varios delitos contra la Administración pública. Que le recuerde a la fiscalía anticorrupción que Fabra ganó por mayoría absoluta y que Castellón va por buen camino. Cuidado, ¿hablan los tercios de Camps?, ¿o habla un tercio de Camps?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_