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Reportaje:

Museos florales en primavera

El cuidado de los patios cordobeses que participan en el concurso popular requiere horas de dedicación a diario

El patio de una casa, además de ser particular, es íntimo. Pero en mayo, Córdoba cuenta con 200 actividades lúdicas y festivas. Como diría algún articulista local, todo un reto para matrimonios y cuentas corrientes. La muestra de los patios más ancestrales y los de arquitectura más remozada es una de estas actividades que llenan el mayo cordobés. Medio centenar de estos paraísos de color y olor a tierra mojada abren sus puertas en mayo. Incluso en días de cielo encapotado, lloroso por momentos, nada impide a los curiosos -cámara en ristre- moverse por las calles del Alcázar Viejo, junto a la Puerta de Sevilla, por ejemplo. San Lorenzo, Santa Marina, Santiago o la Judería recogen el resto de museos florales de Córdoba.

Dolores de la Haba, a sus 79 años, no se cansa de mimar cada año los tiestos y diferentes variedades que adornan su patio en la calle Martín de Roa, en el Alcázar Viejo, uno de los más tradicionales. Lleva haciéndolo 30 años y ahora le ayuda una chica, otra de las cuatro vecinas del ancestro inmueble. "Aquí no han metido ni una máquina", detalla acerca de la pureza del patio. Dolores cuenta que hace muchos años incluso dormía en un colchón entre claveles, geranios, begonias, gitanillas y un sinfín de colores vegetales en las noches más duras del incisivo verano cordobés.

Ahora prefiere no hacerlo, "por si entra alguien", lamenta. Con un marcapasos, el azúcar alto y un juanete con cita para el bisturí, Dolores se levanta a las 9.00. A mediodía sólo había regado la mitad de los cientos de tiestos que inundan su patio, las escaleras, las columnas, todos los recovecos. No ha recibido ningún premio, pero habla como si le diera igual. "Ésta es mi vida", dice. Las plantas y sus dos perritos. Antes regaba con una lata y una vara que le ayudaba a llegar a las paredes más esquivas para su corta estatura. Ahora pega un manguerazo. A su edad, y después de 30 años mimando sus flores, ya es un mérito.

A pocas manzanas de la casa de Dolores, en la calle Postrera, Manuel Córdoba, de 62 años, parece un muñeco de cera mientras un grupo de daneses deambulan por su coqueto y repleto patio floral, que cuida con su hermana Adoración. Lleva compitiendo 18 años y sólo en el primero no obtuvo premio del Ayuntamiento de Córdoba que organiza un certamen desde 1933. "En la entrada sólo pongo los premios más importantes porque no me caben", dice orgulloso.

¿Mucho trabajo? Manuel sonríe. "Ahora que es época de concurso hay que trabajar más, pero cuando no lo es supone tres o cuatro horas al día", cuenta entre los sones rumberos de su equipo de música. "El abono, la limpieza, transplantar. Hay que estar pendiente todo el año", resume entre los muros de una casa del siglo XVI. Obviamente, el suyo también es de los tradicionales. Manuel no distingue entre rosales, hortensias, gitanillas, jazmines o helechos. "Me gustan todas", dice junto a una especie de cepillo laico que hay en cada patio para recoger aportaciones voluntarias. Muchos céntimos y ni un billete en el cepillo.

Pero el certamen de patios va más allá de la contemplación en barrios tranquilos. Hasta el 16 de mayo hay numerosas actuaciones en muchos rincones. Baile y copla, poemas flamencos, monólogos cómicos e incluso una chirigota gaditana, Las Geishas, darán mas colorido a estos museos florales.

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