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Berlusconi lidera el Gobierno más duradero de la historia republicana de Italia

'Il Cavaliere' logra un récord en medio de pésimas relaciones con el presidente y la oposición

Enric González

Silvio Berlusconi se convertirá mañana en el presidente del Gobierno más duradero de la República italiana. Serán 1.060 días, uno más que los acumulados por Bettino Craxi entre 1983 y 1986. Romano Prodi, Aldo Moro y Alcide de Gasperi, otros longevos en una historia en que la supervivencia media de los gabinetes no alcanza el año, quedan muy lejos de la marca de Il Cavaliere. A Berlusconi le gusta presumir de la estabilidad de su Administración. Y, sin embargo, el cumpleaños llega en un momento poco propicio. La popularidad de Berlusconi es más baja que nunca.

A favor de Berlusconi y de sus 1.060 días han jugado el nuevo sistema electoral, que convirtió una pequeña ventaja en votos en una amplia mayoría parlamentaria, y los problemas de la oposición de centro-izquierda, más dividida que nunca. Él ha aportado maestría en el manejo de una coalición que reúne a su propio partido-empresa, Forza Italia, a los federalistas xenófobos de la Liga Norte, a los ex neofascistas del Frente Nacional y a los restos democristianos de la UDC. Los líderes de la coalición discuten y se insultan en público, pero siguen conviviendo en Palazzo Chigi.

Berlusconi ha sido comprensivo con sus aliados, pero no con la oposición, con la que mantiene relaciones muy crispadas. La tensión incluye, desde diciembre, al presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, el jefe del Estado italiano más popular desde Sandro Pertini. Il Cavaliere rompió casi totalmente la relación con el jefe del Estado cuando Ciampi se negó a firmar la ley de televisiones por entender que favorecía en exceso los intereses personales del presidente del Gobierno, principal magnate televisivo del país. Desde entonces, según fuentes cercanas al Quirinal, Berlusconi y Ciampi sólo han hablado personalmente una vez, durante una reunión del Consejo Nacional de Defensa. La ley de televisiones, retocada, ha sido enviada de nuevo al palacio del Quirinal. Un segundo rechazo supondría una profunda crisis política.

La insólita guerra fría entre las dos máximas personalidades institucionales de Italia también está relacionada con el fracaso de la presidencia semestral italiana en la Unión Europea. Los colaboradores de Ciampi admiten que al presidente de la República no le gustaron en absoluto los juegos malabares de Berlusconi en vísperas del Consejo Europeo de Bruselas: anunció que tenía una propuesta de última hora para lograr el de España y Polonia al proyecto de Constitución europea y mintió; llegado el momento, no hubo nada. Ciampi, europeísta convencido, soportó mal el desengaño.

La errática presidencia semestral italiana tuvo consecuencias. Las cumbres trilaterales de Tony Blair, Jacques Chirac y Gerhard Schröder, con lo que suponen de marginación para Italia, una de las potencias fundadoras de la UE, son vividas dolorosamente en Roma, y contribuyen a la erosión de la popularidad de Berlusconi. Forza Italia obtuvo en las elecciones europeas de 1994 el 30% de los votos, en 1999 fue el 25%, y ahora, según el instituto de sondeos Eurisko, la intención de voto no alcanza el 20%. Berlusconi, sin embargo, afirma que las europeas del próximo 13 de junio serán un plebiscito sobre su Gobierno. Añade, por si acaso, que no dimitirá, por malo que sea el resultado.

Irak y la economía

Los dos principales problemas de Berlusconi ante las próximas elecciones son, sin duda, Irak y la economía. El presidente del Gobierno ha asegurado que la misión militar italiana seguirá en territorio iraquí, aunque para el 30 de junio no se haya cedido el poder real a un gobierno autónomo y aunque la ONU no asuma mayor protagonismo. En ese punto difiere de la mayoría de los italianos y, una vez más, del presidente Ciampi, que insiste una y otra vez en que Irak no debe seguir siendo gestionado exclusivamente por EE UU. A esas dificultades se suma el drama de los tres guardaespaldas italianos secuestrados por un grupo iraquí desde mediados de abril.

En cuanto a la economía, va mal. Un ministro de su Gobierno reconoció a este diario, bajo condición de anonimato, que la situación económica italiana, condicionada por el bajo crecimiento (el FMI pronostica un 1,1% para este año), la pavorosa crisis de Alitalia (pérdidas diarias de un millón de euros), la incertidumbre sobre Fiat y los desastres de Cirio y Parmalat, era "insatisfactoria de forma evidente". "Necesitamos optimismo y convencer al país de que somos capaces de superar estas dificultades", dijo el ministro.

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