Contra las secuelas educativas del 11-M
Expertos educativos presentan un programa para combatir el temor que padecen muchos alumnos musulmanes tras el atentado
No se han producido manifestaciones explícitas de intolerancia ni brotes de xenofobia o racismo en la sociedad española tras el 11-M, pero tanto la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid como la Federación de Enseñanza de CC OO coinciden en observar determinadas actitudes latentes, que aconsejan la intervención en el ámbito educativo.
Con el fin de prevenir expresiones de esa naturaleza, el sindicato y la universidad presentaron ayer en el Rectorado de la UCM, sus respectivos proyectos, Crecer Conviviendo y Prevenir tras el 11-M, que persiguen el objetivo común de "evitar que el dolor originado por los atentados pueda incrementar el riesgo de violencia xenófoba o de intolerancia". Para conjurar ese riesgo, es fundamental que la comunidad educativa se comprometa de forma activa con los valores de "paz, tolerancia y democracia", en palabras de la catedrática de Psicología María José Díaz-Aguado, y con "el respeto a la diferencia", según expresión de Fernando Lezcano, secretario general de la Federación de Enseñanza de CC OO.
¿Cuáles son esas actitudes latentes, detectadas tras el 11-M? Díaz-Aguado expuso que niños y adolescentes que pertenecen al colectivo islámico "tienen miedo". Para ilustrar la afirmación, citó algunas situaciones, como la vivida por dos adolescentes marroquíes, alumnos de un centro educativo en Vallecas. El día siguiente a los atentados, el centro celebró unos minutos de silencio en memoria de las víctimas; los dos chicos se situaron junto a la directora, en lugar de entre sus compañeros. "No hace falta ser psicólogo", dice Díaz-Aguado, "para darse cuenta de que buscaron el abrigo de la máxima autoridad del centro". También citó el caso de otro estudiante marroquí que se queja de que cada vez que entra en la estación de Atocha le registran la mochila. O las muchas señales no verbales que miembros de los colectivos erróneamente asociados a los terroristas, marroquíes, musulmanes y árabes, perciben. "Sobre todo en los transportes públicos", continúa la experta en Psicología de la Educación, "son objeto de miradas y gestos que antes no se producían".
En representación de la Asociación de Trabajadores e Inmigrantes Marroquíes en España (ATIME), Moustafa el M'Rabet corroboró la inexistencia de agresiones hacia el colectivo marroquí, aunque sí señaló que "los niños musulmanes se han hecho muchas preguntas. Puede darse en algunos cierto complejo de culpa, por eso es hora de que intervengan los profesionales de la psicología y la educación".
Por su parte, Lezcano señala, además, el grado de xenofobia islámica que ya se daba entre la población española antes de los atentados. Recuerda al respecto, que el 24,1% de los estudiantes de entre 14 y 19 años, decía que echaría del país a musulmanes y árabes, según un informe del Centro de Estudios sobre Migraciones y Racismo, de 1998.
Lo que los centros educativos pueden hacer para contener las expresiones de intolerancia y hostilidad hacia esos colectivos entra de lleno en el desarrollo de la educación en valores, de la que "tanto se habla", dice Lezcano "pero que no vemos que se lleve a la acción".
Para facilitar esa tarea, CC OO ha realizado una serie de propuestas didácticas y materiales que pone a disposición de los centros, a través de su página web. Su intención es abarcar todo el territorio nacional "especialmente en aquellos lugares con mayor presencia de los colectivos árabe y musulmán".
El proyecto de la UCM cuenta con 91 voluntarios, profesores y alumnos de posgrado de Psicología, que acudirán a los centros que lo demanden. La intervención puede ser directa con los propios alumnos o a través del profesorado, al que se orientará en las pautas a seguir, que serán distintas en función del entorno de cada centro, si hay o no víctimas directas o si hay o no colectivos en riesgo. De modo genérico, un consejo para "ayudar a superar el odio, el miedo y el sentimiento de impotencia que se generan tras un acto violento" es crear espacios en los que el niño pueda realizar acciones concretas de compromiso con la paz. Para Díaz-Aguado resultan muy eficaces, los juegos y los dibujos para los más pequeños y las redacciones o los manifiestos para los adolescentes. Y recuerda, en su calidad de investigadora, que las reacciones emocionales que se producen tras un acto violento "pueden provocar respuestas destructivas que impidan la superación del dolor y generen más violencia".
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