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Hungría teme que huyan las multinacionales

Guillermo Altares

HUNGRÍA FUE el primer Estado comunista en introducir reformas capitalistas en su economía a finales de los sesenta. Fue el socialismo gulash de Janos Kadar, que convirtió a este país, con el desmoronamiento del socialismo real en 1989, en un privilegiado receptor de empresas extranjeras: en 1998 acumulaba la mitad de las inversiones exteriores en la zona. No es una casualidad que el primer McDonald's al otro lado del telón de acero se abriese en Budapest y que se convirtiese en el más rentable de Europa. Los buenos resultados económicos, con recortes drásticos previstos en 2004 para reducir el elevado déficit público, han tenido un precio para los húngaros: las deslocalizaciones hacia otros países de la zona e incluso hacia Extremo Oriente. En la UE, sólo Irlanda supera a Hungría en presencia de multinacionales. Aunque el salario medio (450 euros) es muy inferior a la media europea, muchos temen que con el ingreso en la Unión se vayan más empresas.

El cierre de la planta de IBM en Szekesfehervar y el despido de 3.700 trabajadores fue vivido como un trauma nacional. Philips, Kenwood o Salamander son otras multinacionales que en los últimos años han decidido buscar mercados más baratos. "Más del 70% de las exportaciones se generan por la actividad de empresas extranjeras, que han invertido más de 30.000 millones de euros en Hungría", señala el economista Andras Inotai, quien cree que la deslocalización de empresas hacia otros territorios tiene también un aspecto positivo. "La deslocalización es un fenómeno global. Parte de ella no puede detenerse, pero el futuro de la otra parte depende de las políticas económicas nacionales. El hecho de que la mayoría de las actividades de bajo valor añadido hayan dejado Hungría es positivo, a pesar de su impacto negativo a corto plazo".

Laszlo Parragh, empresario y presidente de la Cámara de Comercio e Industria, explica que Hungría ingresa en la UE en un momento en que la economía mundial está globalizada, y por eso cree que el impacto, positivo o negativo, será menor que el que experimentaron España o Portugal. "Ahora debemos invertir en formación, en mejorar la Seguridad Social o las infraestructuras para retener las inversiones".

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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