_
_
_
_
_
Tribuna:MUJERES EN EL PODER | ¿Tienen que gobernar de otro modo las mujeres?
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El feminismo es de izquierdas

El desarrollo del pensamiento feminista de las últimas décadas, ha llegado a cuestionar el modelo de Estado para la efectiva integración de la mujer en la sociedad. C. MacKinnon, en Hacia una teoría feminista del Estado, y nuestra Alicia Miyares, en Democracia feminista, consideran de estricta justicia la "ciudadanía plena" de las mujeres. El feminismo sería así, una teoría política inclusiva de la sociedad.

No acierto a ver sin embargo la diferencia entre este nuevo modelo de Estado y las conocidas teorías socialistas que, desde el humanismo, integran los intereses de "los débiles" en un proyecto redistributivo de la sociedad. El feminismo, desde la voluntad política, puede ser, a mi juicio, integrado en el Estado Social y Democrático de Derecho.

Más información
Lo interesante es la diferencia

El Estado Social, ciertamente, no ha abordado todavía con decisión los conflictos derivados del género. El núcleo esencial del patriarcado permanece intangible ante la superación del Estado Liberal por el pensamiento marxista, que penetra en la ideología política del XIX, y trastoca la naturaleza programática de las Constituciones liberales, para asentar normativamente un importante catálogo de derechos fundamentales con eficacia directa. El siglo XX fue ya en su segunda mitad, una época de normalidad constitucional en Europa, donde asentada la igualdad, la ley no podía discriminar a los sujetos, so pena de incurrir en inconstitucionalidad, y ser anulada por los Tribunales Constitucionales que garantizan la supremacía constitucional.

En la segunda mitad del siglo XX, sobre todo a partir de los ochenta, el feminismo de la diferencia (Evans, Irigaray, Young) intenta redefinir el modelo de sociedad patronada por el hombre y para él, sin que la incorporación progresiva y lenta de la mujer a la sociedad, trastocara sustancialmente los cimientos en los que se asienta esa sociedad. Ocurre así que la maternidad, la crianza, y algunos otros aspectos de la mujer, adquiridos o innatos, que tanto daba a estos efectos, irrumpen en el mundo de los hombres produciendo una importante traslocación.

El desenvolvimiento de la actividad social en un mundo de hombres, nos llevó a las mujeres de mi generación a llevar corbata negra a los tribunales, togas de tallas grandes, sentarnos en sillones de dirección, (escasamente, la verdad) desmesurados, con despachos fríos, y por terminar esta frívola relación, a reunirnos a horas muy desacostumbradas para la salud.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Esta diferencia en las formas, oculta con seguridad una importante diferencia también en concepciones sociales mas profundas. Y pone en evidencia la necesidad de volver a la teoría del Estado y a la necesidad de integrar el feminismo como elemento transformador de la realidad. Sin embargo, a diferencia de la Ilustración, base del Estado Liberal, o del marxismo, embrión teórico del Estado Social, el feminismo surge de los estudios científicos de las mujeres oprimidas, y no ha conseguido comprometer teóricamente a los hombres. Sólo así se puede comprender que ante la nómina de teóricas de nuestro entorno, (C. Amorós, M.A. Durán, V. Camps. A. Valcárcel) sólo algunos hombres se hayan asomado a él con ocasión de otro tipo de motivos, (paridad electoral, discriminación laboral).

Este escaso interés intelectual de los hombres por conocer y participar en el desarrollo científico de una corriente de pensamiento que lidera ya en Europa y EE.UU. importantes proyectos de investigación universitarios, y contiene una aquilatada doctrina científica en la sociología, filosofía política y teoría del Estado, contrasta con la decidida actitud de los líderes de algunos partidos políticos, destacadamente comunistas y socialistas, en algún caso también nacionalistas, que se han empeñado y conseguido, elevar al mayor nivel la paridad política en sus gobiernos, en algún caso además, como en Andalucía, invirtiendo la inercia hacia la primacía de la mujer, en este caso y por primera vez en la Historia de España, con una sobrerepresentación del género.

La circunstancia de un Gobierno nacional paritario, consecuencia de un compromiso electoral del Partido Socialista, cuyas mujeres han destacado por defender la cuota política asentada en los Estatutos de su partido, y derrotada en las iniciativas parlamentarias que presentaron en la anterior legislatura, y un Gobierno autonómico que sobrepasa con creces las exigencias de su propio partido, ha llenado de color la política. Los Parlamentos porque las listas respondían al modelo estatutario, y los Gobiernos por la voluntad política de sus líderes.

Con esta voluntad política, se integra el feminismo en el Estado Social y Democrático de Derecho desde un socialismo humanista y solidario. Las luchas reivindicativas de muchas generaciones de mujeres, adquieren de repente el sentido de hacer realidad el deseo. La Ley Integral contra la violencia doméstica, acelerará el proceso de modificación de pautas sociales, luchando contra el machismo preventivamente por su contenido transversal en enseñanza, publicidad, medios de comunicación, y fomentando la igualdad real.

Puede ser el inicio de la erosión del patriarcado. En varias generaciones se puede erradicar el machismo, si se mantienen estas políticas activas, generosas por parte de los líderes políticos, pero también hay que decir, estrictamente justas para la igualdad de género.

Ahora bien, los temores de que la política se "feminice", o de que haya una mirada específicamente "femenina", o un gobierno que renuncie a los valores de la izquierda para realizar el ideario feminista, son infundados. El feminismo es de izquierdas, es la izquierda de hoy.

María Luisa Balaguer es catedrática de Derecho Constitucional en la Universidad de Málaga.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_