Francia
"Otra vez la bota de Francia!", oí decir a un arcaico en una radio de los nacionales para explicar cómo ZP había caído, por fin, en aquello que nos había evitado Aznar. Y el Cura Santacruz, y el Empecinado, y Fernando VII. Ya había lanzado el anatema contra Francia el propio Aznar, que no consiguió convencerle de que se sumara a las Azores, como le había encargado Bush (cito las memorias del aznarismo de Pedro J. Ramírez). España, con este Gobierno, vuelve a sumarse a Europa, a rehacer lo que deshizo Aznar; y estos hirsutos gazmoños vuelven a su adjetivo para condenar lo peor: los "afrancesados"; como Goya, el más español de los pintores que ha tenido este país, que tuvo que irse a morir a Francia de puro exilio; o como Larra, que de Francia vino con la familia que había tenido que refugiarse. "Peor ser afrancesado que francés", decía un personaje de Ruiz de Alarcón; y Semprún, que se jugó la vida por ser español, y que sólo escribe de España, dice que afrancesado, para el conservador, es el descalificado por tener ideas modernas y "cuyo amor por la libertad se mezcla siempre con la práctica del libertinaje", y recuerda una cuarteta vetusta: "San Luis Rey de Francia es / el que con Dios pudo tanto / que para que fuese santo / le perdonó ser francés". Fue Aznar abuelo, Manuel, el que me llamó en París para avisarme: "Tenga usted cuidado que en Madrid se le llama afrancesado": a él también se lo habían llamado en otros tiempos. Y esto era en los sesenta... En fin, luego el peor hermano de Semprún, Carlos, me acusó de ser espía soviético junto con Tuñón de Lara. ¡Cómo son!
¿Por qué no odian a Estados Unidos, que nos quitó Cuba y Filipinas? Porque su revolución no fue atea ni decapitó a los ricos, sino que los entronizó. ¿Por qué no a "la Inglaterra", por la Armada Invencible? El odio a Francia es sobre todo religioso. Toda la España arcaica -la de Aznar y sus plebeyos- se volcó siempre contra el gorro frigio, la diosa Razón, el cartesianismo, los derechos humanos, y todo el grupo de Diderot, Rousseau, Voltaire y un Etcétera que hay que escribir con mayúscula porque encierra apellidos gloriosos de la Enciclopedia. Y los odian en nombre de Sor Patrocinio, la monja de las llagas, y del Padre Claret, el confesor de Palacio.
Estos del Opus, estos Kikos, estos Legionarios, están luchando finalmente contra la Francia de 1789. Van con más de dos siglos de retraso, aunque en realidad son los mismos que se amotinaron en 1936.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.