_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La feria

Si a media mañana, una pasea entre las casetas y los libros de esa especie de campamento apache levantado en los jardines de Viveros, es como si en realidad caminara por una ficción porque está deambulando entre itinerarios de novelas. La feria es una celebración de primavera, en que los libros, por primera vez después de las lluvias, abandonan los estantes interiores de las librerías y almacenes como si necesitaran desentumecerse y airearse al sol. Hay algo muy democrático en ese barullo en el que se mezclan los autores vivos con los clásicos, las novedades de última hora con obras de otras temporadas, los best-sellers con títulos de culto, las editoriales grandes y las pequeñas. Un desorden vibrante y placentero que tiene también algo de ofrecimiento sensual porque los libros se dejan al alcance de la mano para que puedan ser tocados y disfrutados por todo aquel que quiera demorarse entre sus páginas.

Entre puesto y puesto se puede charlar con Millás de cualquier fenómeno extraño, intercambiar recetas ampurdanesas con Rosa Regás que, después de leer su último libro, es la abuela que a todos nos gustaría tener, o se puede conocer a Reme, esa guerrillera antifascista que ha relatado los tiempos en que siendo casi una cría, le subía la comida al monte a los maquis. Pero, por encima de todo, lo verdaderamente fascinante de la feria es adensarse en ese río humano formado por chavales de instituto, mujeres con carritos de bebés, adolescentes con el discman a la cintura que pasan como ángeles tarareando una canción de Estopa, chiquillos que se le escapan a sus madres, editores al borde de la quiebra, parejas de enamorados y lectores indecisos que caminan sin prisa entre los stands sabiendo que todas sus pasiones y sueños están contenidos en los mismos libros que los rodean. Porque ese río lento y vivísimo forma la sustancia de las novelas.

Además la densidad del aire es sin duda mayor en este lugar que en cualquier otro punto de la ciudad. El porcentaje de aura por m2 se incrementa considerablemente con la presencia de algunos espíritus muy prolíficos, por ejemplo el de Neruda, cuyo centenario se celebra este año, que por cantar cantó hasta a las castañas caídas en el suelo, a los gatos, a las panaderías y también a los libros. En la Feria son frecuentes los comentarios de escritores sobre otros escritores, anécdotas malévolas o ingeniosas, que mantienen vivos a los autores que admiramos haciendo que su espíritu pase de generación en generación. Estas historias van llenando la atmósfera que se respira en la feria de un significado secreto que tiene que ver con la ironía, pero también con las emociones o el ensueño y que dejan huellas en el aire, achispamientos repentinos que surgen de golpe mientras saboreamos una cerveza helada en compañía.

No me resisto a contarles una de estas anécdotas que me llegó de primera mano sobre el escritor Juan Carlos Onetti. Dicen que al final, cuando el autor de Los adioses ya había dimitido del mundo y de sí mismo, se hallaba en un estado físico de total abandono en el que ni siquiera se levantaba de la cama. Entonces un amigo fue a visitarlo, y al verlo postrado y sin dientes, le dijo con intención de levantarle el ánimo: Pero hombre, cómo no te compras una dentadura postiza, si ahora hacen maravillas. Ante este consejo, el uruguayo más derrotado de todos los tiempos se limitó a levantar las cejas melancólicamente y contestó:

-Yo tenía una estupenda, pero se la presté a Vargas Llosa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_