La literatura de los gusanos azules
Así empieza el cuento de Thomas Mann En casa del profeta: "Existen lugares extraños, así como existen cerebros extraños y extrañas regiones del espíritu; lugares elevados y miserables. En la periferia de las grandes ciudades, donde las farolas se hacen más escasas y los gendarmes van en parejas, hay que subir hasta lo alto de las casas, hasta buhardillas de techos oblicuos, donde jóvenes genios de pálidos rostros, delincuentes del sueño, meditan de brazos cruzados y luchan entre el humo del tabaco con supremos y áridos ideales. En estos lugares está el fin, el hielo, la fuerza, la nada". Esos espacios y esos tipos que Mann describe con ironía evidente se hicieron habituales en los inicios del siglo anterior. Lugares que fueron también covachas de San Petersburgo donde eternos aspirantes a una gloria incierta quisieron encarnar a Marx y Dostoievski, cervecerías de Múnich en los años veinte donde Nietzsche era malinterpretado hasta la demencia. Jóvenes que llegaron desde provincias para alcanzar el éxito artístico y encontraron desilusión y hambre. Ahora, odian el sistema que les ha perjudicado tanto como se odian a sí mismos. Ellos serán los gusanos azules que asomen de ese mismo sistema cuando la corrupción sea inaguantable, y accederán al poder o se deslizarán por sus aledaños a través del periodismo y de la agitación, armados con un rencor insondable y la iluminación extraviada que perdura como espejismo de aquellas ansias de gloria sin talento.
EDICIÓN Y SUBVERSIÓN
Robert Darnton
Traducción de Laura Vidal
Turner. Madrid, 2004
269 páginas. 24 euros
Robert Darnton, el autor de este libro, llama a ese lugar de sueños rotos, de ira, de envidia y de conspiración, "Grub Street", el callejón de las larvas, y nos informa de un modo seductor que son precisamente esos intelectuales fracasados quienes trasladan las ideas heterodoxas de los filósofos a manos de los lectores. En ese proceso, la teoría y el ideal se trivializan y corrompen tanto como el sistema que combaten. Su argumento puede que sea el de Mefistófeles: "Las teorías son incoloras, pero el árbol de la vida es verde". Pero si ese sistema ha llegado a un punto en que realidad y simulacro se confunden, cuando lo evidente es ilegal, el sistema es tan débil que se tambalea y cae. Sin un árbol de la vida, las teorías dejan de ser incoloras, pero la realidad tampoco es verde. Se impone "el hielo, el fin, la fuerza, la nada". Los gusanos acaparan el caos. La innovación de Darnton estriba en señalar que no sólo fue el siglo XX el que conoció ese singular proceso de rencor, iluminación, convulsión y fascismo. El proceso fue idéntico o, al menos, similar en los años previos a la Revolución Francesa.
Esta innovación histórica de
Robert Darnton es consecuencia de un hallazgo documental. Así como Carlo Ginzburg pudo recrear una vida más allá de la Historia, la cosmovisión de un hombre corriente, en el diario de un molinero del XVI, Darnton descubrió los papeles de la Societé Tipographique de Neuchâtel, en Suiza, y de ese modo obtuvo información sobre la literatura clandestina que consumían los franceses de la segunda mitad del XVIII y se imprimía más allá de sus fronteras. Además, obtuvo datos muy valiosos sobre la vida de escritores mercenarios, panfletistas, impresores, individuos que sobrevivían gracias a la ilegalidad de lo obvio, pero que, como todo socio del gremio criminal, llegaban a combinar diversos aspectos de la delincuencia o, al menos, de la picaresca. Espías del Antiguo Régimen que con la Revolución llegaron a ministros como Jean-Pierre Brissot, susurradores de secretos de alcoba que no le hacían ascos al chantaje como Charles Thévenau de Morande, libelistas sin talento que se convirtieron en leyendas como Jean-Paul Marat, todos ellos tendrían que haber sido la segunda generación de philosóphes, pero les distinguía una competencia ínfima, ser víctimas del momento político y la sobrepoblación literaria consecuencia de los éxitos y las prebendas obtenidas por la generación anterior. Fueron un colectivo que antes de reescribir sus biografías y con ello un pasado más que tormentoso cuyos detalles parecían olvidados para siempre, sintieron la humillación del fracaso, mientras se buscaban la vida contra todo aquello que odiaban en cuerpo y alma. Ellos eran los autores de El cristianismo al desnudo, Aventuras de la marquesa de XXX, El perro tras los frailes (y lo que parece segunda parte Los frailes tras el perro), La crónica escandalosa o El libertino de calidad. Fueron humillados por malos escritores y por incómodos, fueron perseguidos por calumniadores, sufrieron toda clase de miserias y cometieron bajezas. En cuanto pudieron, se vengaron.
Se ha señalado más de una vez, y más de una vez ha parecido una exageración, que las tres causas de la Revolución Francesa fueron las deudas contraídas por Francia tras la Guerra de los Siete Años, la independencia de Estados Unidos y su ejemplo de organización política y, ahí llega la discrepancia, el asunto del collar de María Antonieta, un escándalo en el que se vieron involucrados la reina, el cardenal de Rohan, la más bien prostituta Jeane de la Motte y el no menos turbulento conde de Cagliostro. Después de leer este magnífico libro de Darnton, tras imaginar los libelos pasando de mano en mano, a los habitantes de Grub Street en actividad frenética, el hecho de que crearan con su odio y su fracaso una opinión pública enemiga de un sistema odioso y fracasado, no hay más remedio que concederle todo el crédito a esa teoría.
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