Un envío kafkiano
Con fecha de 16 de abril tuvimos la infeliz ocurrencia de enviar 16 bultos a través de la empresa Seur desde Premià de Mar (Barcelona) a Bilbao. Según nuestra estimación los bultos suponían un peso aproximado de 150 kg. y sobre él solicitamos un presupuesto orientativo. Nos pareció correcto y solicitamos que pasaran a buscarlos. La recogida de los paquetes resultó esperpéntica, con unos operarios quejándose sonoramente del número de bultos y de su peso. Tanto que mi mujer se ofreció a bajar algunos, ofrecimiento que aceptaron diligentes. Los paquetes llegaron en unas condiciones deleznables. Pero no era eso lo peor -un oportuno seguro cubre las roturas-, sino que, posiblemente por la hinchazón debida a los golpes recibidos, nuestros bultos habían aumentado sorprendentemente de peso, con lo que teníamos que hacer frente, según Seur a un pago por 250 kg. y no por los 150 kg. que habíamos estimado.
Estupefacta, mi mujer se negó a pagar la factura y, cuando volvió a pesarlos uno a uno con nuestra báscula doméstica confirmó que pesaban 170 kg., ochenta menos que los facturados negligente o fraudulentamente por Seur a la entrega. Cuando me puse en contacto telefónico con la oficina de Seur en Bilbao y solicité aclaraciones, se me recordó quien estaba incurriendo en un claro incumplimiento era yo al no haber abonado en primera instancia la entrega y que esa no era la vía reglada -por Seur unilateralmente, por supuesto- para las reclamaciones. Cuando mi mujer se desplazó ese mismo para abonar la cantidad correspondiente a los 170 kg., y no por los 250 kg., volvió a escuchar el mismo argumento insultante sobre nuestro incumplimiento y la necesidad de pagar inicialmente toda la cantidad. Una mención a la reclamación que nos disponíamos a presentar en las instancias pertinentes obró el milagro de permitirnos graciosamente abonar sólo lo que nos correspondía. El milagro no fue completo en todo caso, puesto que no facilitaron a mi mujer, pese a su insistencia, las hojas de reclamaciones con el pretexto de que ya las presentaría por las incidencias una vez evaluados los daños en nuestros objetos.
Pues bien, vamos a presentar la reclamación igualmente en las oficinas de atención al consumidor, con o sin daños sustanciales. Les omito mi opinión sobre quienes han participado en esta historia. Sinceramente, no tengo ninguna esperanza en que este tipo de cosas no vuelvan a ocurrir. Si acaso, deposito alguna ilusión más en que la lógica del mercado intervenga, por una vez siquiera, en el sentido selectivo correcto y ponga a este tipo de nefandos profesionales en la cola del paro y a los profesionales y empresas solventes en el camino del éxito. Ingenuo que soy.
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