La mujer de la que esperan un milagro
Esta mujer es como Kim de la India, el personaje que Rudyard Kipling describía como "el amigo de todo el mundo". De la noticia de su nombramiento como directora general de RTVE se alegraron en la universidad de la que es catedrática, la Rey Juan Carlos de Madrid, desde las limpiadoras a los alumnos. Los profesores también se alegraron, y este también es un rasgo que habla a favor de su carácter.
Los alumnos la ven como una mujer exigente: no regala las notas, pero atiende cualquier consulta, en los garajes, en los pasillos, en los jardines... Es una mujer progresista, sin filiación política. Es una mujer solidaria, no lo puede remediar. Pongamos este ejemplo: sería capaz de entrar en una iglesia, observar que una persona desconocida vela en solitario el cadáver de un ser querido y quedarse allí haciendo compañía.
Está más cerca del voluntariado universitario que de aquellos que le requieren para el cumplimiento de tareas estrictamente administrativas... Cuando circuló la noticia de que el nuevo Gobierno estaba a punto de nombrarla para el cargo que ahora le ratifican, los alumnos lo celebraron como la ascensión de una mujer humilde que sólo parece catedrática por lo que sabe.
Ha resultado muy difícil buscarle defectos. Si acaso, que es una fuguilla, una mujer que siempre camina por delante de sí misma, y quiere que todo se haga cuando a ella se le acaba de ocurrir que es importante hacerlo... Pero los rasgos de su carácter la configuran también como una mujer paciente, y "muy madre", y no tan sólo porque sea ejemplar la relación que mantiene con sus dos hijos... Es que es "una madre" para sus alumnos, de los que ha sido vicedecana, e incluso para sus compañeros.
Zapatero dijo que estaba buscando para dirigir RTVE una persona independiente, honesta, trabajadora y de prestigio, capaz de hacer el milagro de convertir el principal medio de comunicación de este país, Radiotelevisión Española, en un centro que atesore esos valores. Cuando le propusieron que fuera ella quien encarnara ese perfil, Carmen Cafarel (o Cafarell, su padre, el actor José María Cafarell, escribía con elle el apellido) dijo: "¿Y por qué a mí?". Repuesta del susto, consultó con algunos amigos y, a juzgar por lo que nos dijeron a nosotros algunos de éstos, todos la animaron a salir del lado humilde de su personalidad para asumir un riesgo para el que ellos dicen que Carmen está "sobradamente preparada".
¿Qué hará? Es perfeccionista; siempre piensa que no ha estudiado lo suficiente, una actitud autocrítica que a algunos les puede parecer subestimación de su propia valía. Es realista y sabe que la programación no se cambia en un minuto. Pero quienes saben cómo ha visto ella misma la televisión dicen que quiere terminar su mandato habiendo abierto RTVE a la pluralidad, a la cultura y al debate político. Cree en el servicio público, y sabe que al personal de la Casa sobre la que va a mandar no se le puede presionar sino para que trabaje en mejores condiciones profesionales.
Lo primero que se recordó de ella cuando apareció su nombre en los papeles fue que es hija de José María Cafarell, el famoso actor de cine y televisión, que tanto teatro televisado hizo en Estudio 1. Antonio Mercero, que le dirigió, nos dijo que Cafarell era muy bueno sobre todo cuando hacía papeles de hombre cabreado. Su hija, que le acompañaba a muchos ensayos en TVE, y que le lleva en el corazón, no se cabrea con facilidad, pero es más firme que el perfil que ofrece. Como pedía Ernesto Che Guevara, se endurece pero no pierde la ternura, y acostumbra a la firmeza sin nublar la sonrisa; es amiga, pero no es cómplice. Su madre, que aun vive, habla con ella cada día, en catalán, la primera lengua que habló. Nació en Barcelona, y a pesar de que José María Cafarell la trajo muy pronto a Madrid, Cataluña sigue siendo el espacio natural de su memoria. Le gusta el cine, la música (empezando por la zarzuela, cualquier música, menos el bacalao), y el teatro, pero va muy poco... Uno de los últimos libros que recibió como regalo fue Nosotras, que nos quisimos tanto, de la chilena Marcela Serrano... Ella regaló uno de ciencia ficción, obra de J.J. Benítez. Tiene delante la obligación de un milagro que también parece una tarea de ciencia ficción.
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