Esto es arte
Ígor y Svetlana Kopystiansky son dos artistas formados a mediados de los años setenta en la Unión Soviética que ahora realizan con éxito obras al gusto capitalista. El pasar de un vanguardismo contestatario, que entrañaba un cierto riesgo en la URSS, a trabajar para el mercado capitalista, en el que acciones parecidas son retribuidas con dinero, pone en evidencia la vacuidad de algunas de sus últimas obras y, desde luego, no justifica la necesidad de las anteriores.
Continuadores tangenciales de la heroica vanguardia suprematista y constructivista, las "acciones" de los Kopystiansky, íntimas, marginales y underground, son registradas en fotografías, diapositivas, películas y cintas de vídeo. Se trata de actos y objetos mínimos y nimios que suelen pasar totalmente inadvertidos pero que al ser fotografiados o grabados se convierten en imágenes. Cualquier imagen, como muy bien saben los publicistas, por insignificante y sórdida que sea, si es detenida en una fotografía o agigantada en una pantalla posee tal poder que es capaz de atraer la atención del más indiferente. Esto permite, por ejemplo, que un simple cartón doblado siguiendo varios pliegues diferentes sea presentado por los Kopystiansky desde diversas posiciones como acontecimiento digno de percepción estética.
ÍGOR & SVETLANA KOPYSTIANSKY
Galería Distrito Cu4tro
Bárbara de Braganza, 2 Madrid
Hasta el 15 de mayo
Sin embargo, el mayor atractivo de la obra de esta pareja radica en la explotación del fenómeno de la mimesis mutua, de la imagen duplicada, de tal manera que ambos fotografían el mismo objeto o lugar. Uno es hombre, la otra mujer, pero el juego consiste en mirar lo mismo de idéntica manera, apenas desplazados un paso uno de otro, única señal diferenciadora que acentúa el efecto de monovisión. Como propuesta conceptual, estas miradas paralelas que juegan con la identidad son más interesantes por lo que tienen de aporía que por los resultados plásticos. En otras obras, como un vídeo que muestra una coreografía de papeles, cartones y pequeños desperdicios volando y rodando sobre el asfalto de la calle, los Kopystiansky provocan un cierto placer ofreciendo al espectador mirar algo que carece en sí del más mínimo interés, como contemplar las llamas de la chimenea o el paso de las nubes, pero al final el recurso empleado es tan anecdótico y tautológico que el espectador se puede preguntar ¿esto es arte? Cada uno de ustedes puede opinar al respecto.
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