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Desde el Pacífico
Columna
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Informática, fútbol y capital organizativo

LOS LIBROS SIGUEN teniendo un impacto sobre la informática. Tal parece ser el destino de la obra de Nicholas Carr, de la Harvard Business Review, publicada el 8 de abril bajo el título Does IT matter?, cuya traducción puede ser ¿Acaso cuenta? o, más precisamente, ¿Las tecnologías de la información importan? Ni Silicon Valley ni Seattle le ven ninguna gracia.

La informática es como la electricidad para Carr, quien causó revuelos el año pasado con un artículo sobre el mismo tema. Es indispensable, pero cuando todos la tienen deja de ser una fuente de diferenciación. Las empresas ya no pueden contar con ella para marcar su ventaja competitiva.

Importa menos hoy tener máquinas y programas únicos y propietarios que entender a qué velocidad serán adoptados por otros. En consecuencia, los responsables informáticos de empresas deberían, según Carr, dejar de interesarse en el material más sofisticado, hecho a la medida para abastecerse con material del comercio. Vale más prestar atención a la protección de las instalaciones (seguridad informática) que a la adquisición de máquinas nuevas.

Globalmente las TIC tienen una repercusión positiva sobre la productividad, pero el impacto sobre el desempeño en cada empresa es variable
La informática es como la electricidad; es indispensable, pero cuando todas las empresas la tienen ya no pueden contar con ella para marcar su ventaja competitiva.
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MIT:
INFORMATION WORK PRODUCTIVITY:

Dicho de otra manera, la innovación informática ya no importa. Basta con estar al día. Se trata de un verdadero anatema para empresas como Sun, Microsoft, HP y Adobe que han hecho de la innovación una casi religión sobre la cual han construido su modelo económico. El asunto es sensible en un momento en el cual el esperado despegue económico depende ampliamente de las nuevas adquisiciones informáticas de las empresas.

De manera más profunda, la cuestión de la utilidad de las tecnologías de la información participa del interminable debate sobre "la paradoja de la productividad": los expertos están convencidos de que las TIC desempeñan un papel determinante en ella, pero no consiguen explicar cómo. "La gran ironía de la era de la información es que no medimos muy bien la productividad", acaba de reconocer Erik Brynjolfsson, director del Centro para el eBusiness, del Massachusetts Institute of Technology (MIT).

Para entender mejor este asunto estratégico, algunas de las grandes empresas del sector (Accenture, Intel, Microsoft y Xerox, entre otras) han creado el Information Work Productivity Council. Sus conclusiones son ambiguas. Globalmente las TIC tienen un impacto positivo sobre la productividad, pero el impacto sobre el desempeño en cada empresa es sumamente variable. No basta para explicar las diferencias de resultados entre la poderosísima WalMart y K-Mart en el campo de la distribución o los insolentes éxitos de Dell o de SouthWest Airlines.

Todo indica que la diferencia proviene de "activos intangibles", de lo que se suele llamar ahora "capital organizativo". Se trata de las prácticas de trabajo de una empresa, de la forma en la que está organizada, de cómo saca provecho de sus procesos. Según un estudio citado durante el foro, que las inversiones en este campo, por definición difícil de medir, contribuyen a casi tres cuartas partes de los aumentos de ventas.

Brynjolfsson cree que en cualquier proyecto de desarrollo de una empresa hace falta dedicar el 5% de la inversión al hardware, el 15% al software y 80% al "capital organizativo": formación continua de los trabajadores, reorganización de los procesos de producción, descentralización de los procesos de decisión, mejora en la circulación horizontal y vertical de la información. Lo más difícil es que "se pueden comprar las máquinas, pero la organización digital requiere un proceso más complicado de los usuarios de la tecnología".

John Seely Brown, ex responsable del centro de investigación de Xerox en Palo Alto, afirmó que el éxito depende de la capacidad de "improvisar e innovar colectivamente". Compara las empresas exitosas a un buen equipo de fútbol: el éxito depende en gran medida de la capacidad de "leer las intenciones de los demás para encontrar una fluidez eficaz".

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