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Tribuna:LA POSGUERRA DE IRAK
Tribuna
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La analogía de Vietnam

Paul Krugman

Irak no es Vietnam. La diferencia más importante está en el número de víctimas, que son solamente una pequeña fracción de la matanza de Indochina. Pero también hay paralelismos reales e Irak es peor en algunos aspectos. Es cierto que la fuerza estadounidense que hay actualmente en Irak es mucho menor que la que enviamos a Vietnam. Pero el estamento militar de Estados Unidos, en su conjunto y en particular el Ejército de Tierra, es también mucho menor ahora de lo que era en 1968. Si lo medimos en función del porcentaje de efectivos allí destacados, Irak es un conflicto de la envergadura de Vietnam. Y, en todo caso, el esfuerzo que Irak supone para nuestro Ejército es mayor.

En Vietnam, las fuerzas estadounidenses estaban compuestas principalmente por reclutas a corto plazo que volvían a la vida civil después de su periodo de servicio. Nuestra fuerza de Irak está formada por voluntarios a largo plazo incluyendo a reservistas que no esperaban que los llamasen para misiones prolongadas en el extranjero. El entrenamiento de estos voluntarios, su moral y su disposición a volver a alistarse se resentirá mucho si se recurre a ellos para que pasen años librando una guerra de guerrillas. Algunos halcones dicen que esto demuestra que necesitamos un Ejército mayor. Pero el presidente George W. Bush no ha exigido un refuerzo de las tropas. De hecho, no se muestra muy deseoso de pagar a las que ya tenemos.

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Una comparación fiscal de las políticas de Bush y de Lyndon B. Johnson hace que la era de Vietnam parezca una edad dorada de la responsabilidad personal. Al principio, Johnson se mostraba remiso a afrontar los costes de la guerra. Pero en 1968 apretó los dientes, elevó los impuestos y recortó el gasto e hizo que un gran déficit se convirtiera en superávit al año siguiente. Un programa semejante hoy día -el presupuesto pasó de un déficit del 3,2% del PIB a un superávit del 0,3% en un sólo año- eliminaría la mayor parte de nuestro déficit presupuestario.

En cambio, Bush, por más que hable de mantener el rumbo, no ha querido tachar nada de su lista de deseos. Por el contrario, utilizó el resplandor inicial del aparente éxito en Irak para encajar otro recorte de impuestos, y esperó un poco para contarnos que necesitaba 72.000 millones de euros. Y sigue en esa línea: en una conferencia de prensa, celebrada el martes de la pasada semana, el presidente no dijo nada de los 40.000 a 60.000 millones de euros que todos sabemos que van a hacer falta para pagar la prolongación de las operaciones. Esta trapacería fiscal forma parte de un esquema más amplio. Vietnam hizo que se tambaleara la confianza de la nación no solamente porque perdiéramos, sino porque nuestros dirigentes no nos dijeron la verdad.

En septiembre, el general Anthony Zinni habló de "Vietnam, donde escuchamos mentiras y basura", y preguntó a su auditorio de altos cargos militares: "¿Está volviendo a suceder?". Está claro que proliferan las comparaciones. El ataque del golfo de Tonkin frente a las armas de destrucción masiva y los vínculos inexistentes con Al Qaeda. "Corazones y mentes" frente a "dadnos la bienvenida como liberadores". "La luz al final del túnel" frente a "hemos doblado la esquina". Vietnamización frente al nuevo Ejército iraquí.

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Algunos dicen que Irak no es Vietnam porque hemos ido a llevar la democracia, no a apoyar un régimen corrupto. Pero esto no deja de ser palabrería idealista. En Vietnam, los altos cargos militares nunca dijeron: "Estamos apoyando un régimen corrupto". Decían que estaban defendiendo la democracia. El resto del mundo, e incluso los iraquíes, creerán en las intenciones idealistas de Estados Unidos cuando, y sólo cuando, vean un Gobierno legítimo iraquí no corrupto (en vez de, por poner un ejemplo, unas elecciones fraudulentas que otorguen el mando a Ahmed Chalabi).

Si no estamos fomentando la democracia en Irak, ¿qué estamos haciendo? Muchos de los defensores más moderados de la guerra han alcanzado el punto de la lógica del atolladero: ya no tienen grandes esperanzas en lo que podamos conseguir, pero temen lo que pueda suceder si nos marchamos. Es una dolorosa paradoja. Uno de los motivos reales de la invasión de Irak fue el de hacer una demostración ante todo el mundo del poder estadounidense. Sirva de medida de lo mal que han ido las cosas el que ahora nos digan que no nos podemos ir porque sería una demostración de debilidad por nuestra parte. Una vez más el paralelismo con Vietnam es evidente. ¿Recuerdan la teoría del efecto dominó? Y aún hay otro paralelismo: la política nixoniana ha vuelto. Lo que recordamos ahora es el Watergate, pero igualmente graves fueron los esfuerzos de Nixon por suprimir la disidencia, como las concentraciones "Díselo a Hanoi", en las que los que criticaban la guerra de Vietnam eran acusados de minar la moral de los soldados y alentar al enemigo. Lo del martes de George Bush fue metanixoniano: declaró que cualquiera que establezca analogías entre Irak y Vietnam mina la moral de los soldados y alienta al enemigo.

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