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Reportaje:

Una gabardina con cuatro décadas

Juan Rojas Fernández es el investigador privado en activo más veterano de España

Juana Viúdez

Risueño y prudente, Juan Rojas rememora sus comienzos en la profesión detectivesca, allá por los años 60. Tenía que andar con cuidado porque el Ministerio de Gobernación renovaba el permiso cada año y cualquier inconveniencia con el régimen podía costarle el trabajo. En 1963 obtuvo su licencia, la número 25, y fundó en Málaga Detectives Unipol, una empresa que hoy tiene ocho delegaciones y una amplia red de colaboradores en España, y una sede en Miami (EE UU).

"El permiso más antiguo de España es el número 13 y lo tiene un amigo que ya no ejerce", cuenta. En los comienzos entraban a la agencia sobre todo casos matrimoniales. Ahora se dedican más a elaborar informes sobre trabajadores y grupos empresariales, investigaciones de siniestros o control de lesionados en compañías aseguradoras. "No te imaginas la cantidad de camareros que se dan de baja en verano para ir a trabajar a los chiringuitos de la costa", cuenta. Ha sabido hacerse una imagen gracias a su buena labor profesional. "Al principio los jueces no aceptaban el vídeo como prueba testimonial, nos costó mucho crear precedente", explica. Juan conoce de memoria los nombres de los jueces, abogados y colegas de la provincia. "Cuando estamos en un juicio no podemos saludarnos, ni hacer gestos cómplices porque los clientes podrían molestarse. Estamos haciendo nuestro trabajo. -dice con vehemencia- Después nos tomamos algo en un bar, eso sí... lejos de los juzgados", bromea.

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A pesar de la imagen de riesgo y aventura que tiene su profesión, recuerda sólo un par de momentos en los que pasó miedo. "A un abogado y a mí nos pusieron una metralleta en el pecho", recuerda. "Éste es un trabajo que no se aprende en un manual, hay que andarse con mucho ojo", dice. Hace falta cambiar el coche "cuando lo fichan" o desaparecer un tiempo de escena si notan sospechas.

La gabardina, el sombrero calado, y las gafas de sol quedan a un lado después de visitar su oficina. Un despacho situado en el centro de la cuidad, con retratos familiares en una mesa ordenada en la que recibe y asesora a los clientes. Hace unos años sufrió un amago de infarto, le colocaron una válvula y desde entonces ha bajado el ritmo de trabajo. "Estaba en el quirófano y le preguntaba a los médicos qué modelo de cámara estaban utilizando para operarme", cuenta.

Juan disfruta cuando muestra sus herramientas de trabajo: una cámara insertada dentro de un paquete de tabaco que graba por un orificio del diámetro de un alfiler y trasmite por radio las imágenes hasta un receptor, normalmente colocado en el coche. Otra, del mismo tamaño, dentro de una especie de cartera. "Hay que tener destreza para manejarlas, más de una vez no se veía en la grabación la cara del investigado y hemos tenido que volver a recopilar las pruebas". También utilizan teleobjetivos y sistemas de filmación nocturna.

Este veterano detective defiende a capa y espada el trabajo hecho dentro de la ley. "No pongo micrófonos en casa de nadie, ni grabo dentro de propiedades privadas". En alguna ocasión algún abogado ha intentado desacreditarle en un tribunal y el juez le ha amonestado:"Conocemos la trayectoria del detective, no siga por ahí". Su hijo, Juan Rojas Avilés, ha heredado la profesión. Tiene la licencia 1.135.

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Sobre la firma

Juana Viúdez
Es redactora de la sección de España, donde realiza labores de redacción y edición. Ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria profesional en EL PAÍS. Antes trabajó en el diario Málaga Hoy y en Cadena Ser. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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