'Notícies 9', ¿el lugar del excremento?
De la televisión podríamos decir lo que Josep Pla le espetó a Joaquín Soler Serrano en una célebre entrevista en un plató de Miramar: que es como el sumidero de una gran avenida. Deplorando la arquitectura porteña, lamentando su desproporción, el ampurdanés indicaba: "las calles son tan largas que siempre acaban en lo mismo. Las calles largas e indefinibles siempre acaban en donde se tiran los escombros". En tiempos de Baudelaire, en el siglo XIX, la vida era corta y el paseante moderno capturaba el instante de la vía pública. Ahora, sin embargo, para qué salir si la vida es larga y las calles intransitables, hechas para ser recorridas por conductores motorizados, petardeando, pilotando con furia. La ciudad peatonal por la que antes se aventuraba el transeúnte, sin apremio, sin apreturas, sin cláxones ni zumbidos está desapareciendo. No sé si al final de las calles habrá un basurero o, por el contrario, si el lodazal está ya en casa, en esa pantalla tan querida en la que volcamos nuestros desechos y escombros, en la que hacemos inversiones pasionales.
Por eso, a pesar del tono epatante, deliberadamente asombroso y paradójico que quería darle a su argumentación, creo que tenía razón Gustavo Bueno en su simpático volumen Telebasura y democracia. Ustedes lo recordarán: Gustavo Bueno es un filósofo español que, además de contar con obra, ha frecuentado en su senectud ciertos programas de debate multitudinarios, de exaltación colectiva, en principio con el fin de llevar a cabo una abnegada, una esforzada labor de enseñanza moral. Decía allí, en el volumen citado, que hay que distinguir entre la basura fabricada y la basura desvelada y añadía que la auténtica cualidad de la pequeña pantalla es la del desvelamiento, el ver de lejos. Al mostrar lo que estaba opaco, la televisión es inevitablemente obscena y nos enseña la realidad monstruosa y deforme, plural y vulgar de la que formamos parte y que de otro modo quedaría fuera de lo visible. Fabrizio Quattrocchi, uno de los cuatro italianos secuestrados en Irak, ha sido asesinado de un disparo en la nuca. La noticia la dio la cadena Al Yazira. El canal de televisión informó del comunicado y de un vídeo remitido por el grupo ejecutor. Al parecer, la cinta contenía la imagen del ajusticiamiento. Según se ha difundido, la cadena decidió no emitirla por respeto a su familia y por su contenido violento y, literalmente, horrible... horrible. En efecto, de haberlo hecho, el reflejo habría sido muy obsceno y el espanto habría sido insoportable al mostrarnos de lo que aún somos capaces.
Por eso decía Enrique Lynch en otro volumen dedicado al medio que cuando la televisión cumple con esa función entonces es "el espejo del reino": nos devuelve una imagen de nosotros mismos que no siempre es favorecedora, puesto que desvela y expone la realidad bronca, ruda, tosca, odiosa de la que aún formamos parte. Por tanto, si hay un atentado, no deberían ocultarse sus efectos, sino mostrar obscenamente el horror que ocasiona, como insistía Arcadi Espada en Diarios. Otra cosa muy distinta es la basura que se fabrica con el fin de agrandar el lodazal en el que regocijarse, tarea en la que son expertos los programadores de Canal 9. Pero, atención, la basura fabricada no es tanto la revelación de las intimidades promiscuas, cuanto la manipulación y la exaltación de la mentira política, la recreación mendaz de un mundo inexistente fabricado a hechura del Gran Programador: la mezcla de informaciones dudosas, el amasijo malévolo de noticia y opinión. En la noche de la investidura de Rodríguez Zapatero, Notícies 9 daba menor cobertura al candidato socialista frente al opositor popular, como si aquél sólo fuera un político desahuciado, algo sobrante y gastado, pero, sobre todo, aparecían con un protagonismo enfático e inaudito Zaplana y Camps, parlanchines y dolidos con el injusto papel que les tocaba representar. Invocaban al pueblo valenciano, en conjunto, sin matices, con un tono lastimero y dañado, y exigían el mantenimiento de los planes del anterior Gobierno. La voz en off de Notícies 9 apostillaba, glosaba y certificaba la oportunidad de esos juicios. En fin..., ¿para qué seguir con esta inmundicia? A este paso, si no se remedia, si no se redime, más que ser el final de una avenida en la que se abocan ciertos escombros, la televisión autonómica acabará siendo sólo y exclusivamente un vertedero, el lugar del excremento, de su excremento.
Justo Serna es profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de València.
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