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Columna
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Esquizofrénicos todos

Ante la creciente utilización del término "esquizofrenia" por parte de los medios, columnistas y otras personalidades para referirse a gobiernos corruptos, situaciones injustas y comportamientos hipócritas o, cuando menos, de doble moral, he decidido dejar claro de una vez por todas -ya que no lo hace Rojas-Marcos- que la esquizofrenia propiamente dicha, como enfermedad que aflige al 1% de la población, no tiene nada que ver con la corrupción del Gobierno ucraniano, por ejemplo, como decía Pilar Bonet en su columna La esquizofrenia de Ucrania, ni con la iluminación de Ariel Sharon, de la que dio cuenta el juez Baltasar Garzón en su artículo Tiempo de canallas, ni con las alucinaciones paranoicas de Franco, a las que aludía Eduardo Haro Tecglen en su columna Cambio de régimen.

La utilización ligera, indiscriminada y efectista del término "esquizofrenia" puede dar como resultado que el estigma social que conlleva la enfermedad se agrave, y que, como consecuencia de este rechazo social, un esquizofrénico real no pueda encontrar trabajo en su vida, ni tener amistades, ni fundar una familia. Sobre todo si se le compara, directa o indirectamente, con los mayores hijos de puta -permítaseme el término- que ha dado la historia de la humanidad. Dentro de poco, de seguir así las cosas, "esquizofrenico" será sinónimo de asesino, torturador, genocida, o cualquier otra cosa perversa y abyecta; en pocas palabras, el término médico se convertirá en un insulto claro y llano, si no lo es ya. Mientras esto sucede, muchos esquizofrénicos sobrellevan su enfermedad con discreción y aguantan la presión insertados en la sociedad y viviendo una vida normal, a cambio, eso sí, de no revelar su condición, que les haría comparables al mismísimo Hitler.

Reconozcámoslo: "Esquizofrenia" es la palabra de moda, pero ya va siendo hora de que aquellos que la utilizan como un comodín facilón se informen más sobre la enfermedad y asuman su propia responsabilidad frente a un colectivo estigmatizado, porque están mezclando churras con merinas -quizás por simple falta de vocabulario- y las consecuencias son fatales. Siguiendo la lógica de los que usan el término a la buena de Dios: ¿no resulta "esquizofrénico" que los medios de comunicación defiendan a menudo a un colectivo de enfermos con mala fama en pro de su inserción social, mientras que los mismos medios, de la mano de sus columnistas, se están encargando de denigrarlos diariamente, situándolos al mismo nivel que a los criminales?

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