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Columna
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El juez

José Luis Ferris

Mientras los gobiernos occidentales se exprimen el cerebro para combatir y desarmar el terrorismo integrista, las víctimas de la violencia doméstica caen a diario en una lenta y dispersa matanza que, pese a herir nuestra sensibilidad, no llenará las calles y las estaciones de velas encendidas, de ramos húmedos, de palabras rotas. Es el momento de que una ley integral contra este género de masacre cotidiana se aplique sin paliativos y de que todos los medios humanos, técnicos y económicos se la jueguen en ello. De otro modo, no sólo se le irá dando tregua al crimen o al maltrato pasional sino que se estará fomentando un tipo preventivo de homicidio no contemplado hasta ahora que consiste, simplemente, en que algún protector de la víctima se tome la justicia por su mano y le aplique al verdugo la pena capital en un momento de arrebato y de ira.

No sé si el anciano de 72 años que el pasado lunes descargó la escopeta de caza sobre su ex yerno en plena calle de Sant Joan d'Alacant obró con premeditación, pero mucho me temo, según su declaración ante el juez, que actúo sin otra alevosía que el instinto paterno. A veces, entre la defensa y el ataque sólo media la imprudencia de un dedo oprimiendo el gatillo de un arma, pero para este jubilado que ahora permanece en prisión incondicional sin fianza en la cárcel de Fontcalent fue un acto inevitable, un simple deber ante los acosos sufridos por su hija en los últimos años: "Hice lo que debí haber hecho mucho antes..." Se habla del pasado 31 de octubre, cuando la hija del presunto homicida presentó una denuncia contra su ex marido ante la Guardia Civil. Sobre el joven pesaban varios antecedentes policiales: tenencia ilícita de armas, explosivos y delitos de robo. Fuentes de la investigación informaban de la última paliza grave que el joven propinó a la muchacha cuando ésta se hallaba en cinta.

El momento de actuar tiene forma de pretérito. Ahora es tarde. Un anciano se ha vestido de juez y ha dejado limpio y despejado el futuro de su hija. Su tragedia es la de todos, no se engañen. La Ley Integral contra la Violencia Doméstica es ya tan necesaria como el derecho a la vida. Lo demás es sólo humo, fracaso, indignidad, muerte, nada.

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