El circo de las tres pistas
A diferencia de otros carruseles, los Mundiales de motociclismo tienen a su favor la generosidad en la oferta de emociones. Se trata de un circo de tres pistas en el que uno no sabe adónde mirar, de tantos alicientes como descubre. Los chavales del octavo de litro, que acaban de bajarse de los pedales, son la monda. Dejado el trono vacante por el campeón mundial, que ha saltado a la categoría siguiente, ahí está el nuevo príncipe, Héctor Barberà, marcando tiempos de ensueño a lomos de su Aprilia, seguido por Álvaro Bautista, quien, a la que se descuide, se le sube a las barbas. Y queda aún espacio para la nostalgia: la presencia de una Derbi -hoy filial de la Piaggio-, cabalgada por Jorge Lorenzo, nos retrotrae a la gran época de la motocicleta española; es decir, con perdón, catalana.
En la pista central, la del cuarto de litro, el espectáculo está asegurado. El campeón de los 125, que no es otro que Dani Pedrosa, compite este año ahí y, aunque dice que esta temporada no es la de alzarse con el título, no hay que hacerle mucho caso. Restablecido de sus tobillos, se ha ido al suelo un par de veces en los entrenamientos, pero ha vuelto a subirse a la moto como si tal cosa. Eso es valor. Y por detrás llega Toni Elías, sin olvidar a Fonsi Nieto. Morbo total.
Pero para el morbo de infarto hay que dirigirse a la tercera pista, la de la moto GP. Il dottore, Valentino Rossi, harto de ganar con Honda y sobre todo de que le dijeran que ganaba gracias a Honda, se ha ido a la marca enemiga, Yamaha, fábrica de pianos que un día diversificó la producción sin olvidar sus orígenes, como demuestran los tres diapasones cruzados del logotipo. Esa osadía de Rossi, a los motards, nos llega al alma. Claro que el chico se ha llevado consigo a Jeremy Burgess, su jefe de mecánicos en Honda, para que le ponga el nuevo hierro a punto. Lidiará con poderosos aspirantes a su cetro, como Sete Gibernau Bultó, que se ha quedado con la Honda buena, o Loris Capirossi, montado sobre una Ducati, la marca boloñesa que mejora día a día. No parece, pues, que vayamos a ir cortos de emociones. Ni este año ni los siguientes. Llegará un día en que Rossi ganará... con una Ducati. O con una Bultaco, como las que fabricaba el tío abuelo de Sete. Con il dottore todo es posible.
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