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Economía con doble personalidad

La economía estadounidense parece un caso de doble personalidad. La inversión real (inversión ajustada a los precios en descenso de la alta tecnología y los bienes de capital relacionados con la información) sigue avanzando imparablemente y los datos de producción y venta son coherentes con un crecimiento del PIB del 4% o más. Y sin embargo, la creación de empleo neta permanece encallada.

Lo cierto es que está creciendo a una tasa anual del 1,7% en educación y atención sanitaria, y a una tasa del 1,6% en los ámbitos empresarial y de servicios profesionales. La lógica del estancamiento del empleo es simplemente que el crecimiento de la demanda es insuficiente para crear más empleos de los que se pierden. Esto es fácil de demostrar. El gasto total nominal en Estados Unidos crece a un ritmo anual del 5,5%. La inflación es de un 1,5% anual. El crecimiento general de la productividad es de un 3,5% anual. Así que la ecuación es sencilla: 5,5% -1,5% -3,5% = 0,5%. Ese 0,5% es todo lo que queda para el crecimiento del empleo, dado que es todo el crecimiento de empleo necesario para cubrir la demanda, dado el gran aumento de la productividad.

El hecho de que EE UU tenga un crecimiento de la productividad del 3,5% eleva los ingresos mundiales en 250.000 millones de dólares
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Una pequeña parte del aumento de la productividad estadounidense proviene de una sencilla aceleración: en una economía en la que la cantidad de tiempo que necesita un desempleado para encontrar un nuevo trabajo está cerca del máximo histórico alcanzado en la posguerra de la II Guerra Mundial, los trabajadores se sienten más inclinados a decir "sí, señor", en vez de "quédese con su empleo y haga con él lo que le parezca". Una parte más importante del incremento de la productividad proviene de la revolución en la informática y las comunicaciones. El impulso que la nueva economía ha dado a la riqueza está excediendo incluso los sueños más locos de sus más ávidos impulsores, aunque no está fluyendo hacia los accionistas, sino hacia los compradores y usuarios de capital de alta tecnología y a los consumidores a los que sirven. Y hay otra parte del aumento de la productividad que se debe al hecho de que el capital de alta tecnología aporta a las empresas estadounidenses grandes incentivos para hacer inversiones enormes -pero difíciles de ver y más difíciles aún de medir- en organización y procesos empresariales que complementan la informatización y el trabajo en red.

El hecho de que EE UU tenga un índice de crecimiento de la productividad del 3,5% anual, en vez de la tasa del 1,2% anterior a 1995, aporta un incremento anual a los ingresos mundiales de 250.000 millones de dólares. Esto es el equivalente de sumar una capacidad de producción igual a un cuarto de la economía anual de la India. Sin embargo, esta aceleración del crecimiento de la productividad ha creado un problema político para el presidente Bush. Exigir crecimiento a un ritmo que antes se hubiera considerado satisfactorio ha dejado de pronto de ser suficiente. A Bush se le culpa (con cierta justicia) de la poca actividad del mercado laboral.

Pero para todo el mundo menos para Bush -y los que se han quedado en el paro por el desfase en la demanda- es una oportunidad extraordinaria, ya que los aumentos de productividad que están dentro de las posibilidades de EE UU llevarán en última instancia a un auge de los beneficios reales y de los salarios reales, si los políticos no buscan medidas oportunas desde el punto de vista político, pero perjudiciales para la economía, con el fin de "proteger" la producción y el empleo.

Como economía a la vanguardia del mundo, Estados Unidos se enfrenta a una dura tarea para garantizar el crecimiento, porque debe crear -no solamente copiar y adaptar- nuevas tecnologías, mejores formas de capital y organizaciones empresariales más productivas. El rápido crecimiento de Estados Unidos es una buena noticia para las economías menos desarrolladas, porque las revoluciones tecnológicas en informática y comunicaciones actualmente en curso les hacen más fácil la participación en la división global de la mano de obra ahora centrada en Estados Unidos. Así pues, la esquizofrénica economía estadounidense es una señal de que el mundo está entrando en una era económica verdaderamente maravillosa, siempre que seamos capaces de aprovecharla debidamente y con paciencia.

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