El patio trasero de los germanos
Checos y eslovacos temen que el peso económico alemán y austriaco los convierta en países satélites
"Bratislava representa para Viena lo mismo que Segovia para Madrid". De este modo tan gráfico ilustra Adolfo Sánchez, un consultor de la UE en la capital eslovaca, la dependencia de este nuevo socio respecto de los germanos. A 300 kilómetros al noroeste de Bratislava, desde su despacho en pleno centro histórico de Praga, el experto en relaciones internacionales Jiri Pehe, un antiguo ayudante del ex presidente Vaclav Havel, dibuja así la actitud de la mayoría de checos ante los germanos: "Una mezcla de complejo de inferioridad y de envidia por el potencial alemán".
"Acostumbrados a sobrevivir a lo largo de siglos como pequeños países en el seno de grandes imperios [el austrohúngaro hasta 1918 y el soviético entre 1945 y 1989]", como declara Pehe, checos y eslovacos parecen resignados, no sin un punto de orgullo herido, a convertirse en países satélites, en una especie de patio trasero, de un gigante económico como Alemania, con 80 millones de habitantes, o de un vecino tan próximo como Austria. Por citar sólo un dato revelador, cerca de la mitad de las importaciones y de las exportaciones, tanto de la República Checa como de Eslovaquia, proceden o tienen como destino Alemania y Austria. Desde la caída del comunismo en 1989, las inversiones germanas han abarcado desde la industria automovilística (Volkswagen) o las compañías telefónicas privatizadas hasta el negocio periodístico.
Las inversiones alemanas en Chequia abarcan desde fábricas de coches a periódicos
"La dependencia de Eslovaquia respecto de Alemania se acentuará en los próximos años"
Alemania, por ejemplo, es el principal proveedor de la República Checa (con un 40% del total de importaciones) y a gran distancia del resto de países. Asimismo, Alemania es el principal cliente de los checos que exportan allí una tercera parte de sus productos. Austria aparece en tercer lugar, entre los clientes, con un 5,4% de las exportaciones. Como elemento comparativo, España figura en el 12º lugar como cliente con apenas un 1,8% de las exportaciones checas. En Eslovaquia a la satelización que ejercen los germanos se añade la influencia de sus compatriotas, hasta 1993, compatriotas de Chequia.
Un grupo de cuatro empresarios alemanes come y bebe cerveza en un café del casco antiguo de Praga. En una mesa vecina una joven checa tiene que aguantar las miradas y los intentos de pagar su consumición de los prepotentes germanos. La chica abandona el restaurante tras pagar su cuenta y los ejecutivos hablan de ella como los colonizadores varones han hablado siempre de las mujeres colonizadas. Entre la dominación y la afrenta. Es una estampa que se repite en hoteles y bares de lujo de las ciudades checas y eslovacas. "Mi padre pasó cinco años en un campo de concentración y yo me he negado siempre, por ese motivo, a aprender alemán", comenta Oldrich Kaspar, profesor de Historia en la Universidad de Praga. "Después de la caída del comunismo", añade, "muchos checos pensaron que su liberación se debió más al apoyo de Estados Unidos que al respaldo de Europa. Esta actitud, unida al antigermanismo por la invasión nazi en la Segunda Guerra Mundial, explica la creciente americanización de la sociedad checa". De ahí procede también el sentimiento de mucha gente que opina que en 1938 fueron invadidos por la fuerza de los tanques y ahora han sido ocupados por las multinacionales alemanas. En abierta competencia con el todopoderoso idioma inglés, el alemán resiste el pulso y sigue siendo mayoritario entre las generaciones de mayores de 50 años, a la vez que se impone cada día más en el mundo de los negocios y del turismo.
El sociólogo Ivo Samson, que dirige una fundación de estudios (un think tank) en Bratislava y estudió en Alemania, señala que el 30% de las inversiones en Eslovaquia son alemanas, incluidas la privatizada compañía telefónica y una fábrica de Volkswagen. A las puertas del ingreso del país en la UE, Samson se plantea una reflexión y una pregunta en voz alta: "La dependencia económica de Eslovaquia respecto de Alemania y, en menor medida, de Austria se acentuará en los próximos años. ¿Eso significará un apoyo a la política exterior germana en el seno de la UE? La respuesta más probable es que sí porque entre los nuevos socios un país grande y poblado, como Polonia, puede permitirse una política hasta cierto punto independiente, pero un Estado de cinco millones de habitantes como Eslovaquia creo sinceramente que no". Esta encrucijada entre atlantistas y europeístas se convertirá en uno de los ejes estratégicos para Praga y Bratislava. La devoción por el amigo americano -plasmada en el apoyo que en vísperas de la guerra de Irak le brindaron el entonces presidente checo, Vaclav Havel; y el primer ministro eslovaco, Mikulas Dzurinda- frente a la lealtad debida en la UE marcará el dilema de los próximos años para la República Checa y Eslovaquia.
Funcionarios de la UE y diplomáticos coinciden con este pronóstico de Samson. El embajador español en Bratislava, Alfonso Díez, buen conocedor de los temas de la Unión Europea por su anterior destino en Bruselas, califica a Eslovaquia de "paraíso de la industria de la automoción" y destaca que firmas como Volkswagen, Peugeot o Hyunday o bien se han instalado ya en el país o bien tienen planes de inversión. "Los sectores industriales de la época comunista fueron desmantelados, como las fábricas de armas o la metalurgia pesada, sobre todo en el este del país. Llegados a este punto, Eslovaquia no ha tenido más remedio que abrirse a las inversiones extranjeras, sobre todo alemanas, y ha ofrecido alicientes que van desde ventajas fiscales hasta una mano de obra bastante cualificada pasando por unos sindicatos débiles y muy domesticados". Esta hegemonía alemana en la economía desanima a empresarios de otros países, incluidos los españoles, según subrayan las embajadas de España en Praga y en Bratislava. No obstante, como aclara Manuel Hernández Gamallo, consejero en la Embajada en Praga, "los checos están deseando sacudirse la influencia económica alemana y estarían encantados de fomentar las las relaciones con otros países".
Dos millones de expulsados
En el verano de 1947, unos dos millones y medio de checos de origen e idioma alemanes fueron expulsados de los Sudetes, en la zona fronteriza entre la entonces Checoslovaquia y Alemania. De hecho, fue obligado a abandonar el país todo aquel checo-alemán que no pudiera demostrar que había militado en los grupos antifascistas contra la ocupación nazi. Esta expulsión, decretada por el entonces presidente filocomunista checo, Edvard Benes, todavía planea sobre las siempre tensas relaciones entre estos países.
Medio siglo después, en 1997, los gobiernos checo y alemán sellaron un acuerdo de reconciliación, al tiempo que se comprometían a negociar las restituciones económicas por los llamados decretos Benes, un asunto que todavía colea. La disputa jurídica por casas, propiedades agrícolas y negocios de todo tipo sigue circulando por los tribunales.
Fue la venganza del régimen comunista contra los nazis que habían ocupado Chequia con el pretexto precisamente de proteger a los alemanes de los Sudetes, al tiempo que instalaban un gobierno títere en Eslovaquia. La barbarie nazi y la revancha de los comunistas checoslovacos, que fueron los únicos que llegaron al poder por vía parlamentaria en el bloque soviético, han sido los episodios más terribles de una larga historia de enfrentamientos entre el gran vecino alemán y unos checos y eslovacos que Berlín ha considerado en muchas ocasiones su patio trasero.
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