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Reportaje:GOLF | Masters de Augusta

El sábado de la descarga

Olazábal y García, que habían llegado a acariciar ideas de triunfo, se desinflan el tercer día

Carlos Arribas

Un espejismo circulaba por el campo de Augusta, la excelente idea de que José María Olazábal, revivido al olor de las azaleas y el susurro de la brisa en los magnolios, conduciría a las huestes europeas a la reconquista del trofeo más preciado del golf mundial, la chaqueta verde del Masters. ¡A la carga! ¡A la carga! A la carga, que es sábado, que toca desde las sólidas bases plantadas jueves y viernes moverse hacia arriba, crecer, pegar el estirón, señalar el territorio, dejar la siembra perfecta para la recolección del domingo. Puaj, cuánta sacarina. Cuánta imaginación para nada. Cuánta teoría desplegada para nada. Olazábal, y el jovencito Justin Rose, y el más experto Alex Cejka, los tres europeos que marcaban el ritmo del Masters desde el jueves, lo interpretaron al revés. Jugaron el sábado de la descarga, de quitarse del medio, de apartarse al paso de la ascensión de los más fuertes. Y Sergio García, que jugaba agazapado, sin sacar las plumas, pero sin perder el terreno, también se sumó a la fiesta del desconcierto.

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Todos los golfólogos del mundo, reunidos en asamblea en un claro bajo los pinos de Georgia que bordean por la derecha la calle del ocho del Augusta National Golf Club, mantuvieron una sesión clínica peripatética en torno al asunto conocido como caso Olazábal. Fue una sesión informal en la que todos los que pasaban por ahí exponían su opinión. El punto de partida fue la frase de Davis Love III, el jugador norteamericano que fundamentó su magnífica segunda ronda en el hecho de que había compartido trío con Olazábal y que se había inspirado en la determinación, coraje e irredentismo del vasco. "Olazábal es otro cuando atraviesa esas puertas", dijo Love, señalando la entrada de Magnolia Lane. "Nada más cruzar el umbral sabe que tiene una oportunidad de brillar". La otra frase elegida para el comentario la había pronunciado el propio Olazábal después de que una ronda de 69 golpes el viernes le hubiera colocado en -4, segundo a dos golpes del primero, Rose. "Aquí me siento en paz conmigo mismo", dijo. Y para demostrarlo, y confortado con las agradecidas palabras de Love, Olazábal salió al campo vestido de blanco gloria y sonriente incluso.

Pero dado que ninguno de los expertos daba con una idea técnica que concitara la unanimidad -más bien la unanimidad fue negativa: Olazábal no estaba mejor que las últimas semanas ni con el driver, ni con los hierros largos, ni con los cortos, ni saliendo de búnker, ni mucho menos con el putter, y teniendo en cuenta que su juego, corto y errático, exceptuando su imaginación y sabiduría alrededor de los greenes, no es el más apropiado para Augusta, las reflexiones se dirigieron hacia el sector mental. Y allí sí que hubo un principio de acuerdo. La teoría ganadora fue, más o menos, la siguiente: como Olazábal sabe que el campo de Augusta es el peor posible para su juego, y como sabe que nadie, ni siquiera él mismo, puede culparle si lo hace mal, pues sale a jugar con menos presión, más libre, menos sufriente. Y juega mejor. El problema de la teoría es que chocó con la realidad del sábado. En los primeros nueve hoyos, los que peor le salen habitualmente, cuatro bogeys y un birdie, cuatro búnkers de green, tres calles... No hubo magia alrededor del green, y mucho menos lejos. Ni chips and run, ni putts lanzados, sólo algún hierro largo, como mucho. La víspera había dicho que para pensar en ganar el Masters tocaba bajar unos cuantos golpes el par. No le habría hecho falta. Visto el comportamiento de sus rivales en un día muy duro, con haberse mantenido al par le habría valido. Pero terminó con 79 golpes, su peor vuelta desde 1987.

El caso de Sergio García aún no ha llamado la atención clínica, pero lleva camino. El primer día, después de un par, se quejó de que alguien le había amargado y dijo que estaba harto de llorar por ese alguien; el segundo, después de otro par, dijo que no entendía nada, que las estadísticas demostraban que estaba jugando muy bien y que el resultado no reflejaba ese hecho; ayer terminó el día también en +3, cerrando, como las dos jornadas anteriores, con bogey en el 18.

Si es por consolarse, como los dos españoles, igual con +3, está Tiger Woods.

Clasificación tras la 3ª jornada: 1. Phil Mickelson y Chris di Marco (EE UU), 210 (-6). 3. Paul Casey (Ing.), 212 (-4). 4. K.J.Choi (Cor.), Bernhard Langer (Ale.) y Ernie Els (Sur.), 213 (-3)...20. José María Olazábal, Sergio García y Tiger Woods (EE UU), 219 (+3).

José María Olazábal lanza el palo, contrariado, ayer.
José María Olazábal lanza el palo, contrariado, ayer.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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