Un torneo descabezado
Desparecido del marcador también Tiger Woods, quien el viernes había amagado un regreso portentoso, le tocó al único ídolo americano en juego, al zurdo de San Diego Phil Mickelson, encabezar la carga en un día de calor y dureza en el que el viento, el único meteoro ausente hasta el momento entró también en acción para añadir una nueva y difícil variable a la hora de calcular los golpes.
Eso significó que el torneo anduvo descabezado y sin sentido, como un partido de fútbol jugado por esos pollos que decía John Toshack a los que habían arrancado la cabeza. Fue el primer sábado de Augusta en el que el 50% de las imágenes televisivas no las ocupó Tiger Woods. El realizador de la CBS, piadoso, ahorró a los sufridos aficionados las penosas imágenes de Woods, el mejor del mundo, con su doble bogey en el 13 y sus bogeys en el uno, seis, nueve y 14.
Así que hubo una redistribución igualitaria, ya que ninguno de los que pasaba por ahí lograba pegar el tirón que les despegara del resto.
Mickelson, el rubito con sonrisa de monaguillo que juega con la misma intensidad y el mismo sentido del riesgo el jueves por la mañana que el domingo por la tarde, tuvo su rato de gloria, su apogeo de buenos hierros, de eficaz putt, siempre al borde del desastre, del precipicio de los búnkers, de las orillas escarpadas del Rae's Creek, el arroyo del Amen Corner.
También Chris DiMarco, el del grip de psicópata -agarra el putt con las manos cambiadas-, quien cada año aguanta un día más en la parte alta del tablero, y Paul Casey, otro inglés jovencito que tomó el relevo del alicaído Rose, y hasta Bernhard Langer, el alemán que se niega a envejecer y atraviesa la vida y los cambos de golf apoyado en su largo putter, modelo escoba como si fuera una cachava mágica.
Y hasta se dejaron ver Ernie Els, la gran esperanza blanca, jugando siempre en la cuerda floja, Jay Haas, el jugador de 50 años y hasta el coreano Choi, quien compartió pareja con Olazábal pero no se dejó arrastrar por su negativismo.
Con todos ellos jugó un campo de Augusta imposible, su duros greenes, sus calles azotadas por el viento, su longitud desmesurada. A todos los espera hoy, el día final del Masters más abierto de los últimos tiempos.
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