Los dos viajes

CARRERA ATÍPICA fue la de Rossini como compositor: el mayor músico teatral de su tiempo enmudece antes de cumplir los cuarenta y con casi otros tantos años de vida por delante. Y atípico es el rodaje de su cantata escénica Il viaggio a Reims, efectuosamente nacida para celebrar la llegada al trono de Carlos X de Francia, estrenada el 18 de junio de 1825 en el Teatro de los Italianos de París por muchos de los mejores cantantes del momento, dando vida a varios nobles europeos, de diversos orígenes nacionales deseosos de acudir a la ceremonia de coronación, anhelo finalmente frustrado. A aquel selecto equipo de cantantes, el compositor le escribió a medida una sucesión de arias a cual más bella y brillante, un auténtico manual del canto rossiniano, reuniendo finalmente a todos los participantes en un espectacular gran pezzo concertante para 14 voces, página sin precedentes en toda la historia de la ópera. El Viaje a Reims se repuso en vida de Rossini, festejando o con motivo de otras celebraciones, antes de caer en el olvido. La obra fue descubierta a finales del pasado siglo y reconstruida su partitura. Se ofreció triunfalmente el 18 de agosto de 1988 en Pesaro, dirigida por Luca Ronconi y Claudio Abbado y, desde 2001, Alberto Zedda la ha elegido para clausurar el curso de canto rossiniano que anualmente organiza en la ciudad natal del compositor. Con una eficacísima puesta en escena de Emilio Sagi, esta sobria y gozosa producción, seguramente con algunas mejoras facilitadas por las posibilidades del nuevo escenario que la acoge, se ofrece en el Teatro Real intercalada con Semiramide, convirtiendo así a Rossini en el protagonista exclusivo de la primavera musical madrileña, como lo fuera en otra primavera mucho más romántica y menos dolorosa, la de 1831, en el primer y único viaje del compositor a España.