Un camino con historia y devoción

Con la llegada de la primavera, la ruta del Cordel de los Molinos se convierte en un ir y venir de excursionistas que atraviesan el valle del río Jándula, en pleno Parque Natural de Andújar (Jaén), hasta llegar al cerro del Cabezo, donde desde el siglo XIII se levanta el santuario de la Virgen de la Cabeza. Misticismo y naturaleza conviven en un paseo donde predomina los verdes de encinares y pinares salpicados por los colores de las primeras flores de la temporada.

La ruta comienza en la ermita de San Ginés, lugar de encuentro de los peregrinos en abril en la romería de la Virgen de la Cabeza, la más antigua de España. Por delante quedan nueve kilómetros donde los distintos grupos de excursionistas entablan conversación para hacer más ameno el camino. "A primera hora de la mañana ya han pasado por San Ginés más de 300 personas", comenta uno de los encargados de la ermita a un grupo de excursionistas del curso Senderismo y turismo rural de la Universidad Popular Municipal de Jaén.

Los primeros metros transcurren por el camino de tierra utilizado por las carretas y que pronto se abandona para seguir una vereda, trazada por las pisadas de los romeros que desde el siglo XIII atraviesan el valle del Jándula. Luisa Bueno y Jesús Teruel, dos de los senderistas, llevan un par de años recorriendo los parques naturales de Jaén. "Es la única forma de conocer lo que tenemos. Muchas veces buscamos fuera lo que tenemos dentro", afirma Luisa Bueno.

Los primeros kilómetros descienden hacia el valle y una parada obligada es el mirador del Peregrino. Una gran vista permite observar una panorámica del valle, circundado por parte de Sierra Morena. En algunos tramos la tierra cede protagonismo a la piedra, un tanto escurridiza por la humedad y los numerosos arroyos. Avanzando en el camino, Martín, un niño de nueve años que comenzó en Andújar la ruta acompañado de su tío, bautiza en el pilar del Madroño a Jesús y a Luisa. "Peregrino, con esta agua yo te bendigo para que no se te olvide el camino", declara en una versión libre de la tradicional oración.

El trayecto se hace ameno con la charla y un paisaje en el que se suceden pinares, campos de manzanilla y encinares. "Si hay suerte se puede ver algún ciervo", añade Martín. Tras descender al valle se atraviesa el río Jándula por un corredor de chopos. Algunos aprovechan para descansar y reunir fuerzas para comenzar el ascenso. Este punto coincide con lo que hubiera sido el trayecto ferroviario Marmolejo-Puerto Llano que nunca se llegó a poner en marcha.

Los últimos cuatro kilómetros son los más duros. El sendero se complica con piedras y rocas. Los caminantes se dan ánimos unos a otros y se empieza a ascender por el paraje de Las Lastras. Todo el camino está señalizado con paneles y en este punto se informa de que se pueden ver alguna de las aves rapaces que habitan en el parque. El último trayecto, conocido como Los Caracolillos, circunda el cerro del Cabezo hasta que el cordel de Los Molinos vuelve a encontrarse con la carretera que llega al santuario. Después del esfuerzo realizado, dos miradores levantados a los pies de la iglesia premian a los excursionistas con una vista de Sierra Morena que empequeñecería cualquier tipo de descripción.