Leganés lucha por la convivencia
"Trabajamos para mantener buenas relaciones. Ahora tendremos que dedicar más esfuerzo", dice un vocal de la asociación de vecinos
A Ismael Yassen, hijo de padre marroquí y madre española, le han pasado demasiadas cosas en los últimos días para que, a sus cuatro años, sea capaz de asimilarlas. El pasado viernes nació su hermano pequeño en el hospital Severo Ochoa, en Leganés. El sábado vio cómo la policía desalojaba su barrio, Leganés Norte, horas antes de oír la gran explosión. Ayer, cuando el recién nacido llegó al hogar familiar de la calle de María Moliner, a 300 metros del lugar donde se inmolaron los terroristas, el pequeño Ismael estalló a su modo: arrojó todos sus juguetes por la ventana, en un segundo piso.
"Está muy nervioso. Están pasando muchas cosas demasiado rápido. Todos tenemos que tener cuidado a partir de ahora", cuenta preoupado su padre, Hassan Mohamed, 40 años, técnico de aparatos de aire acondicionado, nacido en Ouarzazate y "vecino del barrio desde el principio, en 1997".
"Otras personas me miran con cierto recelo. Como si pensaran '¿y éste quién es?"
Unas 4.600 viviendas y más de 13.500 vecinos constituyen el parque inmobiliario y el vecindario de Leganés Norte, según la asociación de vecinos. Cerca de un 15% de ellos son inmigrantes.
"La convivencia siempre ha sido buena aquí. Ha habido algún problema puntual, pero no con los inmigrantes, sino con los realojados de etnia gitana provenientes de poblados marginales. Nosotros hemos trabajado, creo que bien, para mantener las buenas relaciones. Ahora tendremos que hacerlo con más esfuerzo", explica un vocal de la asociación.
Ayer bastaba con darse un paseo por el barrio para comprobar que los temores de Mohamed y de la asociación de vecinos no son infundados. A la hora del aperitivo, con las terrazas de los bares repletas, no era difícil escuchar comentarios de tono xenófobo.
Pero a la misma hora, humilde y tenazmente, las fuerzas vivas del barrio se movilizaban. Tras la ceremonia religiosa del Domingo de Ramos, este vocal de la asociación de vecinos visitó al párroco para organizar una concentración de vecinos contra el terrorismo y por la tolerancia y la convivencia.
José Antonio Plou, nacido en Teruel, es el cura titular de la parroquia de San Isidro Labrador. Es un hombre cauto, que mide sus palabras y teme que puedan ser utilizadas en contra del que es su objetivo desde hace seis años: que Leganés Norte sea un barrio abierto, tolerante y solidario con quienes lo necesitan. Su iglesia, aún compuesta de módulos prefabricados, imparte clases de español para mujeres inmigrantes. "Desde los atentados, algunas mujeres musulmanas no vienen a clase. Se nota que están asustadas", explica.
El miedo. Eso es lo que teme el padre Plou. Dos vecinos del barrio murieron en los trenes de la muerte el 11-M. La parroquia les rindió homenaje en un sentido y concurrido funeral. Desde entonces el párroco trabaja para que no germine entre los vecinos el miedo hacia lo desconocido, hacia los musulmanes como colectivo.
Aunque el miedo también existe en sentido inverso: "Yo creo que ellos también lo tienen de nosotros. Y hacerles sentir acosados por su origen sería una enorme injusticia", añade el párroco.
Al menos una docena de viviendas quedaron destruidas por la explosión del pasado sábado, en los números 38 y 40 de la calle de Carmen Martín Gaite. La atención a estas familias es una de las prioridades de las administraciones. El Ayuntamiento de Leganés habilita desde hoy una oficina especial para asesorarlas (calle de Chile, 1. Teléfono 91 248 94 17).
"La atención rápida y eficaz a los afectados es una de los muchas medidas a tomar para que lo sucedido sea asimilado y superado cuanto antes", explican desde la asociación de vecinos.
Leganés Norte es un barrio joven porque tiene siete años y porque la mayoría de sus vecinos son matrimonios con niños, muchos de los cuales acudieron ayer a bendecir la palma, en realidad una rama de olivo, a la parroquia.
"Este año la ceremonia ha sido triste. Estamos todos asustados". Ana y Ángel acompañaron a su hijo Víctor, de nueve años, a la iglesia. Esta familia ha respondido a los acontecimientos aferrándose a su rutina y manteniendo sus planes. El sábado, ante el despliegue policial, mantuvieron su visita al cercano centro comercial Parquesor. "¿Qué otra cosa íbamos a hacer?", se interrogó él.
Parejas como Ana y Ángel forman la mayoría silenciosa del barrio. Los que insisten en mantener la normalidad en sus vidas y los que se esfuerzan en mantener cordiales relaciones con todos sus vecinos, vengan de donde vengan.
"Quiero decir que ningún vecino o conocido me ha retirado el saludo. Muchos incluso se esfuerzan en hablar conmigo, en acercarse y compartir lo que está ocurriendo. Me preguntan cosas", explica Hassan Mohamed mientras trata de evitar con una mano que su hijo Ismael Yassen patée un contenedor. "Pero otras personas me miran con cierto recelo. Como si pensaran '¿y éste quién es?'. Y esto me duele. Me dan ganas de acercarme y explicarles que estos asesinos no son ni representan a nadie. Son fanáticos que ensucian el nombre de una religión, el Islam, y de todo un pueblo, el árabe", concluye este marroquí, padre de uno de los vecino más jóvenes de Leganés Norte, nacido el pasado viernes.
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