De baja intensidad
El precio del petróleo es, sin duda, una de las grandes incertidumbres que gravita sobre las expectativas de recuperación de EE UU, Europa y Japón. En contra de las previsiones, ha seguido una tendencia alcista desde que acabó la guerra de Irak, en mayo de 2003; no se han cumplido las expectativas de descenso del precio una vez llegara al mercado la producción iraquí y hoy se paga por encima de los 32 dólares por barril, cuando las previsiones apuntaban en torno a los 28 dólares. Ni siquiera este precio anormalmente elevado, al que también han contribuido el crecimiento de la demanda durante un invierno especialmente duro y el afán de las compañías estadounidenses por recomponer sus reservas, ha tranquilizado a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el cartel mundial de productores y exportadores que decidió el miércoles recortar su producción diaria en un millón de barriles con el fin de garantizar que los precios se mantendrán elevados durante la segunda parte de 2004.
La decisión de la OPEP es significativa, pero dista de representar un peligro inmediato para la recuperación económica mundial. El cartel sólo controla el 40% de la producción. Por añadidura, es más bien dudoso que pueda imponer una disciplina estricta a sus afiliados. Así lo hace suponer la excesiva distancia entre la producción diaria de los socios (26,5 millones de barriles) y la cuota asignada (23,5 millones). El impacto del encarecimiento será muy limitado en algunas grandes áreas económicas, por ejemplo en Europa, porque queda neutralizado por la apreciación del euro. Si en lo que va de año el crudo cuesta en torno al 14% más, la moneda europea se ha apreciado prácticamente en la misma proporción respecto al dólar, con lo cual el efecto sobre las cuentas es prácticamente nulo. Ahora bien, es probable que el mantenimiento de precios elevados del petróleo incremente los precios de los derivados -gasolina y gasóleos-, que se trasladan directamente a los consumidores.
Es el momento de recordar que la mejor terapia para combatir la subida de precios energéticos es reducir la dependencia del petróleo y bajar el consumo de energía por unidad de producción. Una asignatura en la que España está muy retrasada respecto a Europa.
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