Ley del embudo en la Universidad de Cádiz
Los pasados días 18 y 19 de marzo he sido testigo directo, junto a otras muchas personas, en su mayoría profesionales de la enseñanza, de un escándalo público, de un espectáculo realmente bochornoso e increíble, propio del franquismo. Se suele hablar del actual carácter endogámico de la universidad española y, efectivamente, lo comprobamos en toda su crudeza, asistiendo impotentes a tamaña injusticia.
A la convocatoria de una plaza de profesor titular de la asignatura de Didáctica de las Ciencias Sociales, en la Facultad de Educación de la Universidad de Cádiz, se presentaron dos aspirantes: uno de ellos concursa desde "dentro" (imparte clases en esta Facultad), y el otro es un osado e intruso docente, avalado por 24 años de experiencia. Nótese la diferencia con respecto a unas oposiciones de Primaria o Secundaria, en las que hay cientos de aspirantes para una sola plaza (¿por qué será?).
A la ponencia pésimamente leída por el candidato interino, el único comentario que públicamente hizo uno de los cinco miembros del jurado fue: "Si ésta es la forma de hablarles a sus alumnos y estos le entienden, deben ser muy inteligentes, pues yo no me he enterado absolutamente de nada", sin más. Pero..., recibió el voto de esta señora. A otras cuestiones, este candidato respondió con monosílabos vacíos de significado, múltiples gestos bochornosos y sin llegar a construir ni una sola oración completa.
Por su parte, el candidato intruso expuso brillantemente su tema; así fue reconocido por uno de los miembros del tribunal: manifestó su alto nivel de la materia tratada y sus magníficas cualidades como enseñante.
El máximo responsable de la flagrante injusticia y tragedia, puesto que no se ha seleccionado precisamente al mejor de los aspirantes en opinión de la inmensa mayoría de testigos, es el presidente del tribunal calificador, Jesús Estepa Giménez, cuyas cualidades de ecuanimidad han brillado por su ausencia, ya que su comportamiento y su actitud se pueden calificar como intelectualmente reprobables. Este señor ha demostrado tener unas enormes tragaderas por la manera como lo ha hecho, de tal forma que hasta el secretario del tribunal -persona que ha mostrado su rectitud en todo momento- acabó enfrentándose a él en público, por un intento de manipulación al tratar de imponer una opinión suya como si fuera de los cinco miembros del tribunal, algo insólito en contextos como el descrito. El resultado de la calificación final fue el siguiente: tres votos para el de dentro y dos para el intruso.
Y ahora, queridos universitarios, como decimos en Cádiz: "A mamarla".
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