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Reportaje:

'Justícia per a Llorenç'

Homenaje a un fotógrafo y pintor de Sueca que murió de un tiro de un guardia civil que le confundió con un atracador

"Nos dejó una noche sin estrellas". Es una de las primeras frases que aparece en el homenaje a Llorenç Alberola. Un tiro en la cabeza acabó con su vida a los 42 años en un camino entre Cullera y Sueca. Disparó un agente de la Guardia Civil a las 22.00 del 9 de febrero de 2003. Le confundió con un atracador. Alberola era el marido de Mariola Nadales -con la que el día 2 haría nueve años de casados-, el padre de una niña de 6 años, ocasionalmente albañil, desde niño pintor (como su padre) y siempre fotógrafo. Los suyos conjugan en presente la curiosidad, el ingenio y el compromiso de Llorenç en la Sala Moret de Sueca, donde nació y vivió.

Una escultura, 50 cuadros y varias fotografías son La mirada en blanc i negre. Piezas que evocan desde la figuración más temprana hasta la vanguardia más surrealista. Son creaciones nunca catalogadas, compradas por amor, destinadas en casas de amigos o de conocidos. Algunas ni siquiera Mariola las conocía. "Lamento no haber podido encontrar un cuadro que tiene alguien en Cullera, pero me ha emocionado descubrir otros que tenían amigos míos y yo ni lo sabía".

El olvido en el que la justicia parece dejar la muerte de Llorenç ha sido la fuerza con la que Mariola insiste en que públicamente se reconozca que "una buena persona, inocente, generosa, con una iniciativa tremenda murió a manos de un guardia civil". Conocido el autor del crimen, habiendo declarado los testigos, un año después no hay fecha de juicio. Durante ese tiempo "además de tratar de salir adelante, porque soy fuerte, porque tengo una hija, he pensado en que lo que Llorenç hizo no se pierda con él". Alberola dejó en óleos los entornos de su pueblo. Y recogió en blanco y negro la pantanada del 82, el incendio del cine, los molinos que ya no existen. "Hay momentos de nuestra historia que estoy segura que nadie tiene. Siempre iba con su cámara encima. Cuando se enteraba de algo salía corriendo. Lo hacía para él, quería ser testigo".

Pep Alberola, hermano de Llorenç, y una amiga pintora, Isbel, fueron quienes arrimaron el hombro junto a Mariola para que Sueca supiera que aquel tiro de febrero mató a un hombre con perfecto valenciano, de 1,85, con vaqueros y camiseta clara, un hombre que no tenía que ver con los dos atracadores que aquella misma noche, pocos minutos antes, vestidos de negro, encapuchados, con perfecto castellano y de 1,70 atracaron a la empleada de una gasolinera en Cullera. Llorenç había ido a la compra con su mujer y su hija. Llegaron a casa y sin subir las bolsas sacó a los perros. Los subió al coche. Se encontró con un amigo de juventud al que había echado una mano muchas veces, un toxicómano que le pidió por favor que le acercara a Cullera a pillar heroína porque no podía más. A la vuelta, pararon en el camino del cementerio porque el síndrome era insoportable. Fue entonces cuando aparecieron los agentes de la Guardia Civil, los sacaron del coche apuntándoles con el cañón de la pistola en la sien. Llorenç se movió para intentar explicar que no había hecho nada. El disparó lo dejó en coma dos días en el Hospital de La Ribera. El guardia civil admitió el error, está de baja, en casa.

"Hay una herida abierta. Mi vida nunca más volverá a ser la misma. Es muy duro asimilar que tu marido se fue a sacar a los perros y lo mataron. Pero la justicia no me deja avanzar. ¿Qué habría pasado si hubiera sido al revés?... Con La mirada en blanc i negre queremos que el nombre de Llorenç Alberola esté siempre asociado a lo que fue, una buena persona. Por eso pedimos Justícia per a Llorenç" dice Mariola.

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