_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Nuestro ensimismamiento

En la presentación de su libro Ventanas de Manhattan Antonio Muñoz Molina contó que, para escribir, él necesita un buen cuaderno, grande y de hojas blancas, y una buena pluma; además prefiere ensimismarse sumergido en la realidad que se mueve en un bar o alrededor de un banco de la calle que acomodado en la soledad reposada de su casa.

No es el primer escritor que escribe en las mesas de los bares, capaz de concentrarse entre voces y ruidos, como si para comenzar su actividad literaria necesitara sentirse rodeado de otras actividades diferentes, de gente, de la vida misma.

Pero así como aquí, ya sea Sevilla, Madrid o París, esa vida de la calle nos comunica, nos enriquece y nos alegra, en Nueva York se encuentra Muñoz Molina con un ambiente muy distinto, con un movimiento tan ensimismado como tiene que estar él con su trabajo, pero no con fines creativos, sino para acelerar la eficacia de su cometido, con la sonrisa y la mirada huecas, repetidas, y perdidas en sí mismas, sin reflexión ni comunicación.

Aquí nos ensimismamos de vez en cuando para pensar y no todos; hay quien se mantiene siempre despierto a todo lo que ocurre a su alrededor, ya sea por motivos prácticos o por chismorreo. Cuando nos embobamos suele ser para pensar, y el resultado puede dar lugar a algún tipo de conocimiento nuevo, ya sea artístico o científico, por ejemplo; o también puede una simple evasión que llamamos despiste. Pero en Nueva York se ensimisman todos en cualquier tipo de trabajo, desde el portero hasta el presidente de un banco. Ni en la calle ni en el bar se respira lo que nosotros entendemos por vida, comunicación, charla, risas.

El camarero, el cliente, el dependiente de una tienda, el que lee el periódico en el metro...; todos concentrados en lo que hacen; incluso los que no trabajan andan embobados con la mirada vacía. Y todos solos. Es duro.

Es posible que nosotros tengamos menos capacidad de concentración y, desde luego, somos menos eficaces, pero tenemos algo más de tiempo para pensar. Y eso es bueno.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_