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Reportaje:

Salimata se queda en España

La inmigrante de Costa de Marfil superviviente del dramático naufragio de Tenerife obtiene la residencia por "circunstancias excepcionales"

Más alta que Naomi, más conocida que Makeba y con una voz tan dulce como Cesaria, Salimata Sangare, la joven de 24 años de Costa de Marfil que sobrevivió a uno de los episodios más dramáticos de la inmigración clandestina hacia Canarias, se resiste a decir que es totalmente feliz. Aunque el Comité Español de Ayuda al Refugiado (CEAR) le haya conseguido la autorización para residir y trabajar en España

Comenzará a trabajar "de lo que sea", aunque en este año no ha perdido el tiempo: se ha preparado en agricultura de hortalizas, peluquería, estética e informática. Domina perfectamente el español, el francés y los dialectos bambara y djoulá. Su primer proyecto cuando deje el centro del CEAR será vivir con Tamiah, también de Costa de Marfil, la bailarina y peluquera de 21 años que se conmovió al conocer su historia y cruzó el océano que separa Tenerife y Gran Canaria para ayudarla mientras permanecía en un hospital tinerfeño entre las tinieblas del shock postraumático.

Bebieron agua de lluvia. Luego recogieron su propia orina, porque los que bebían agua del mar morían

La segunda de los siete hijos de Toumani y Mariam nació en un suburbio de la cosmopolita y tropical ciudad de Abiyán, en una casa en cuyo salón dormían todos. Allí estudió hasta los 14 años. Como su madre, también se hizo comerciante.

Acabados los 30 años de presidencia de Félix Houphuët-Boigny, el país de las 60 etnias se sumió en una profunda crisis. Una explosión en el mercado de Abiyán fue la última excusa que necesitó para recorrer miles de kilómetros con su amiga Aminata Bamba y terminar en manos de las mafias de la inmigración clandestina hacia Europa. "Me dijeron que me llevarían a Madrid". Atrás dejaba una sociedad a la que le corresponde un médico por cada 11.111 personas, un 65% de mujeres mutiladas genitalmente y una policía que paraba taxis y autobuses para asesinar a los conductores. No imaginaba que su futuro inmediato sería más horroroso.

Según relata, al llegar a Marruecos unos land rovers las condujeron al desierto, donde vivieron más de un mes bajo una tela hecha con jirones, alimentadas con sardinas en lata y coca-cola. La noche del 8 de febrero de 2003 las embarcaron en una lancha, junto a otros 16 hombres. Vestía pantalón, camiseta y anorak, y sólo llevaba unas galletas y algo de leche. Al lado, otra barca también cargaba subsaharianos. A las pocas horas, su patera se paró. Los cuatro marroquíes que viajaban con ellos hicieron una llamada de teléfono, saltaron a la otra patera y les dijeron que volverían con ayuda. Antes, tiraron el motor al mar. Allí se quedaron, en mitad del océano. Los hombres comenzaron a disputarse la poca comida. A Salimata y su amiga no les llegaban ni las migajas.

El agua que bebieron en el único día de lluvia fue providencial. Luego recogieron su propia orina, porque los que bebían del mar morían. "Primero rezábamos para que nos rescataran; luego, para morir pronto y acabar con todo".

El pesquero Naboeiro dio la alerta a los 14 días, cuando la barca enfilaba hacia mitad del Atlántico, a unas 220 millas al sur de Tenerife. De los 18 subsaharianos, sólo quedaban seis en estado crítico. En las siguientes semanas Sangare respondió al tratamiento médico, pero con síntomas descritos por el psiquiatra Joseba Achotegui como síndrome de Ulises, enfermedad común a muchos inmigrantes. Se tiraba de los pelos, rechazaba la comida, amenazaba a los sanitarios. Tardó casi tres meses en sonreír. La alcaldesa de La Laguna, Ana Oramas, la empadronó para bloquear su expediente de expulsión y, tras meses de gestiones, los letrados de CEAR le han conseguido la autorización para trabajar en España, atendiendo a sus "circunstancias excepcionales". Hace una semana que no habla con sus amigos y su madre. Reconoce que a veces llora. "Quisiera olvidar, pero no es fácil". A veces se acerca a la costa canaria y deja que el mar la acaricie, pero que no la abrace nunca más.

Salimata Sangare, en el centro de Vecindario, en Gran Canaria.
Salimata Sangare, en el centro de Vecindario, en Gran Canaria.RAFA AVERO

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