Noche y día de Djuna Barnes
Djuna Barnes (Nueva York, 1892-1982) lo sabía todo sobre la noche del París de los años veinte. Era una mujer alta y elegante, solía llevar una larga capa negra que, en ocasiones, envolvía también a Thelma Woods, el amor de su vida, y en quien se inspira para el personaje de Robin Vote en su famosa novela. Ambas eran seres nocturnos. Entre los bares y cafés de la bohemia de la época, vivieron una tormentosa relación, nadando en los delirios del alcoholismo.
En Nueva York había destacado como periodista e ilustradora de sus propios artículos, publicando en diversos medios. No le resultó fácil. Djuna Barnes jamás fue a la escuela. Recibió su educación en casa, de su abuela y de su padre, un artista fracasado que se refugió en Long Island para aislarse de una sociedad que rechazaba.
Era una mujer compleja y de personalidad muy fuerte. Su dependencia del alcohol terminó por hundirla en graves depresiones y la llevó a dos intentos de suicidio. No tenía reparos en decir y hacer lo que pensaba, se ganó enemistades pero también admiradores. La mecenas Peggy Guggenheim, una de sus mejores amigas, la ayudó y mantuvo con una asignación mensual durante los tiempos difíciles y la embarcó hacia Estados Unidos en 1940. Al volver a Nueva York, Djuna Barnes se refugió en su apartamento de Patchin Place, en el Greenwich Village. Se le agrió el carácter. T. S. Eliot actuó gratuitamente como su agente literario hasta su muerte en 1965. Él logró que se publicara The Antiphon (1958), una pieza teatral y la segunda de sus obras más importantes. Lawrence Durrel -a quien, en su paranoia y decepción por sentirse olvidada y desplazada como escritora, llegó a acusar de plagio- dijo de ella años después, con motivo de un homenaje que se le hizo en 1972: "Uno se siente feliz de ser contemporáneo de Djuna Barnes".
Djuna no se sentía feliz, pero
en determinado momento cambió la noche por el día con igual entrega. Tras escuchar un programa de radio, dejó de beber definitivamente. Trabajaba hasta ocho horas diarias durante tres o cuatro jornadas para elaborar dos o tres líneas de un poema. Escribía sobre todo tipo de papel, desde tiques de la compra hasta hojas de publicidad, que alfombraban el suelo y el tablero de su escritorio en un caos total. No recibía a nadie. Sobre todo a los "niños idiotas", universitarios que ansiaban acercarse a ese mito de otro tiempo. Pero ni siquiera tuvieron mejor suerte dos de sus admiradoras declaradas, las escritoras Anaïs Nin y Carson McCullers, que aporrearon su puerta sin recibir respuesta.
Era una perfeccionista, pero extremadamente desorganizada. Llegó un momento en que permitió que un joven amigo la ayudara en sus asuntos financieros y en ordenar sus poemas. Con ello se hizo un pequeño avance. A los noventa años, un mes antes de su fallecimiento, tuvo que ser internada en un hospital por desnutrición. No se sabe si dejó de comer por olvido o si su ayuno fue voluntario. Si se quiso ir como quien se enfrenta al amanecer.
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