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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Al Qaeda: la espiral de la razón

Antonio Elorza

A partir del 11-S sigue engrosándose el volumen de libros centrados en el estudio del islam en sus más diversas manifestaciones. Autores hasta hace poco sólo conocidos entre los especialistas, como Bernard Lewis o Gilles Kepel, son hoy objeto de cita común en todos los medios de comunicación, y por su parte los más conocidos de estos investigadores multiplican las reediciones de escritos ya agotados y se emplean en la tarea menos lúcida, pero asimismo útil, de explicar a las mentes de los lectores occidentales los conceptos básicos de la religión y de la mentalidad propios del mundo musulmán.

Tal es el caso del pequeño libro El islam. 94 preguntas básicas, de John L. Esposito, que Alianza Editorial acaba de sacar en su colección de libros de bolsillo. El profesor de Georgetown es conocido por sus análisis de la tradición doctrinal y del islam contemporáneo, y también por su tenacidad en mantener en todo momento la puerta abierta a un entendimiento entre las religiones, a pesar de la dificultad del momento actual. Posiblemente sea esta intencionalidad lo que gravita sobre el valor de las "94 preguntas". Cuando se trata de un tema neutro, como la naturaleza de las diferencias entre sunismo y shiísmo o el papel de los sufíes, la calidad informativa de la obra resulta innegable. No sucede lo mismo cuando entra en juego un tema que puede servir para la elaboración de una visión crítica, en que islam y violencia sean asociados. El historiador se convierte entonces en abogado defensor, caso de las páginas sobre la condena de Rushdie, o incluso en encubridor del significado real de la doctrina, caso de la yihad. Signo de los tiempos.

AL QAEDA Y LO QUE SIGNIFICA SER MODERNO

John Gray

Traducción de Tomás Fernández Aúz y Beatriz Eguibar

Paidós. Barcelona, 2004

180 páginas. 12,50 euros

Más esclarecedor resulta el breve ensayo de John Gray, Al Qaeda y lo que significa ser moderno. Gray no pretende en modo alguno transmitir un saber enciclopédico acerca del integrismo islámico y sí en cambio servirse de su presencia para abordar un ensayo de comprensión de las grandes tendencias de acción y de conflicto en el mundo actual. Estamos ante un enfoque innovador, ya que en un círculo de círculos el examen de la alternativa islámica es puesto en relación con los rasgos del imperialismo americano, el tema de la globalización y las nuevas orientaciones del sistema económico mundial. Todo ello inmerso en una reflexión de fondo sobre la modernidad y también sobre el fracaso de la utopía de raíz positivista que pensó construir una nueva humanidad sobre el progreso científico.

Por lo que concierne a Al Qaeda

, una de las afirmaciones capitales de Gray puede ser suscrita sin mayores dificultades: los guerrilleros suicidas del 11 de septiembre de 2001 "destruyeron el mito dominante de Occidente", la creencia en una evolución necesaria de la humanidad en sentido convergente hacia el denominador común de los valores de la Ilustración. Una vez hundida la utopía comunista, la historia se presentaba como un camino sembrado de obstáculos, pero con esa meta fija. A partir de los atentados, lo irracional vuelve a la escena histórica y la modernidad aparece también bajo el rostro de la destrucción. La propia noción de humanidad revela su carácter mítico, para ceder paso al protagonismo inevitable de los seres humanos individuales y del conflicto. Los sucesivos análisis que emprende Gray en torno a la globalización, el mercado libre, los límites del crecimiento y la política exterior de Estados Unidos son otros tantos trabajos de rectificación de esa creencia ingenua y perversa al mismo tiempo, de raíz positivista, según la cual resulta posible montar sobre el cambio científico un proyecto de emancipación universal. "Las sociedades occidentales", explica Gray, "se encuentran regidas por el mito de que, a medida que el resto del mundo absorba la ciencia y se vuelva moderno, habrá de volverse obligatoriamente laico, ilustrado y pacífico; tal como, contrariamente a toda evidencia, se imaginan a sí mismas". La destrucción por Al Qaeda del mito no hizo desaparecer la creencia en el mismo. Sólo con un cambio en las formas de vida, opina Gray, se difuminará la eficacia de ese mito, así como la del alternativo islámico de la fe en el terror.

Frente al positivismo forjador de catástrofes, Gray sostiene una visión antropológica pesimista. En la historia, los túneles se suceden los unos a los otros: "El progreso del conocimiento no augura ninguna edad de la razón. Simplemente añade una dislocación más a la humana locura". Excesivo. No lo es en cambio la advertencia sobre los terribles peligros que acechan a quien aspire a reconstruir el mundo sobre un patrón racional: ejemplo, el experimento soviético. Para Gray, la fe en la razón produce monstruos.

Más discutible es la asimilación que efectúa Gray de Al Qaeda a la modernidad, por lo menos en cuanto a su mentalidad y a su dimensión teleológica. En los planos tecnológico y organizativo, así como en su ajuste a la globalización, no existe la menor duda de que la creación de Bin Laden tiene un carácter estrictamente moderno. La puesta en marcha de una red mundial de secciones terroristas en torno a un centro de dirección, la definición global del escenario en que ha de desenvolverse el terror, la sólida y casi invisible tela de araña económica, son factores que hacen de Al Qaeda un sujeto histórico cargado de elementos arcaizantes en cuanto a su ideario y fines, pero de una asombrosa modernidad en los planos antes citados. Más allá de este punto, sin embargo, todas y cada una de las afirmaciones de Gray sobre la modernidad ideológica de Al Qaeda resultan discutibles, aunque no lo sea en cambio la estimación que hace sobre el papel jugado en el establecimiento de su programa por un islamista tan empeñado en reconducir los elementos positivos al Corán, como el egipcio Sayyid Qutb.

El adversario que combate Gray no existe: nadie ve en Al Qaeda una voluntad de regreso a los tiempos medievales, pero sí una utopía arcaizante cuyo objeto es implantar la edad de oro de los "felices antepasados". Los integristas de Bin Laden no desean construir mundo nuevo alguno, sino dar realidad a la prescripción coránica de un dar Al Islam cuya extensión abarque toda la tierra. La riqueza de las anotaciones de Gray sobre el pensamiento moderno experimenta aquí una drástica reducción. Ciertamente, como apuntó Karl Kraus, siquiera parcialmente "el islam radical es un síntoma de la enfermedad de la que pretende ser la cura". Ahora bien, si la modernidad es el contexto en el cual y contra el cual se mueve, difícilmente cabe aceptar que el integrismo islámico sea "la quintaesencia de la modernidad". En el brillante panorama de conjunto trazado por Gray falta la profundización en el personaje que él mismo ha constituido en eje de su relato.

Equipos de emergencia, junto a uno de los vagones destrozados en Atocha en los atentados del 11-M.
Equipos de emergencia, junto a uno de los vagones destrozados en Atocha en los atentados del 11-M.EFE

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