Los pies
Parece que no es políticamente correcto relacionar la matanza del 11-M con la participación de España en la invasión de Irak, pero los primeros en establecer ese vínculo fueron los mismos que ahora lo prohíben. ¿Por qué, si no, trataron de imponer la versión oficial del atentado con aquella vehemencia? Es un dato objetivo, en fin, que el Gobierno adulteró la información de que disponía por miedo a que se ensombreciera su horizonte electoral. De hecho, y pese a que Aznar ha asegurado retóricamente que defenderá su honor y el de su partido frente a quienes afirman que mintieron, aún no ha acudido al juzgado de guardia para denunciar a quienes, como yo ahora, vienen manteniendo desde hace más de una semana que utilizó el engaño para desviar la mirada de los votantes hacia ETA.
No debería haber nada en este mundo capaz de impedir a un presidente de Gobierno acudir a los hospitales para solidarizarse con los heridos de un atentado terrorista. Suponemos que Aznar no lo ha hecho porque sabe que el rostro de esta pobre gente le devolvería, como un eco, la ecuación que él mismo lleva escrita en el suyo y que el otro día mostró ante las cámaras de televisión. Claro que no hay terrorismos buenos o malos, pero fue él, y no otro, quien al manipular la información mostró sus preferencias por uno de los dos terrorismos en juego. Fue él quien, al relacionar los muertos de Madrid con los de la "operación conmoción y pavor", telefoneó a los periódicos para intoxicar a sus directores. Deje usted de proyectar sus fantasmas sobre los demás.
No se echan balones fuera con el empeño con el que Aznar los echó durante la entrevista con Juan Pedro Valentín si no es por mala conciencia o para desviar la atención del público de los verdaderos centros de interés. ¿Qué nos importa a usted y a mí que se vaya con la cabeza alta (lo dijo seis o siete veces) un individuo que ha gobernado con los pies? Sin duda, hablaba todo el rato de la cabeza por miedo a que el entrevistador le preguntara por esos pies que alcanzaron su mayor altura política y moral cuando conversaban, apoyados sobre una mesa de café, con los de Bush, mientras las calaveras plomizas de sus propietarios se fumaban un puro.
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