Funeral de Estado

He querido dejar pasar el funeral de Estado en memoria de las víctimas para no interferir ni enturbiar lo que era más importante: el recuerdo y reconocimiento de quienes murieron en un atentado en el que las víctimas hubiéramos podido ser cualquiera de nosotros, los que vivimos en España. Pero una vez que se ha celebrado dicho acto, entiendo que es mi deber denunciar:

1. En Europa, en la que teóricamente estamos integrados, jamás hubiese ocurrido que tras una catástrofe masiva se realice un culto confesional en recuerdo de las víctimas de todas las creencias, incluidas el agnosticismo y el ateísmo. La confesionalidad, recordamos, está tanto en el lugar elegido como en el rito realizado. Esto supone un evidente monopolio e imposición por parte de la Iglesa católica española a las demás confesiones y formas de creencia.

2. Un acto de Estado debe carecer de vinculación a una determinada confesión o creencia religiosa. En este sentido, entiendo que el acto debería haber sido en un lugar civil, y sin ceremonia religiosa de una confesión determinada; aunque con la participación de representantes de las confesiones que han tenido víctimas que profesaban su fe. El tratamiento dado a este funeral de Estado supone vulnerar la aconfesionalidad del Estado español.

3. Por todo lo anterior, lamento que una ceremonia que debe estar centrada en reconocer a quienes han sufrido o han muerto se convierta en un gesto de poca sensibilidad hacia los sentimientos de muchos de ellos.