El adiós de Coslada
Más de 3.000 personas despidieron a las 21 víctimas de la ciudad
Coslada dio ayer el último adiós a sus muertos. Esta localidad de la periferia de Madrid, con unos 83.000 habitantes, ha perdido a 21 de los suyos en los atentados del 11 de marzo. Aún queda medio centenar de heridos hospitalizados. Otros 50 han podido volver ya a sus casas.
"El pabellón se va a quedar pequeño", predecía Fermín Isidro Félix, mientras veía desde la cristalera del pabellón deportivo La Vía cómo iban llegando riadas de personas desde una hora antes. Familias enteras, pandillas de jóvenes, grupos de mujeres, de hombres. Como a tantos habitantes de Coslada a Fermín Isidro también le ha tocado de cerca. "Una vecina mía, Belén Abad Quijada, tenía 30 años, la veía todos los días cuando iba a trabajar a una administración de lotería. Y tengo un hijo con un amigo en el Clínico. Está muy fastidiado, en la UCI, hoy a mi hijo le han dejado ir a verle porque parece que ha mejorado. Es marroquí y no ha parado de llorar; no tiene familia aquí".
"Esto no se puede olvidar. Tenía 25 años y hacía poco nos dijo que quería un novio"
Tal y como había vaticinado, a las ocho el pabellón deportivo estaba repleto. Más de 3.000 personas acompañaban a los familiares de las víctimas. Antes de empezar el funeral, 21 niños del Club de Patinaje Artístico de Coslada depositaron una vela en el altar con el nombre de cada fallecido. Una gran pancarta con los nombres de las víctimas por orden alfabético y dos lazos negros presidían la ceremonia. El obispo de Alcalá, Jesús Catalá, y 15 sacerdotes de las cinco parroquias de Coslada, oficiaron la misa. Los familiares estaban sentados enfrente del altar improvisado, en 88 sillas que el Ayuntamiento les había preparado. La tía abuela de Sonia Cano no paraba de llorar. Otra tía trataba de explicar: "Es que no hay palabras. Esto no se puede olvidar. Tenía 25 años y hacía poco nos había dicho que tenía ganas de tener novio". Otros familiares no estaban para nada. Permanecían con los rostros impasibles, hartos ya hasta de llorar.
A la derecha estaba situada la corporación municipal de Coslada en pleno y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. En el momento de la paz todos se unieron. Pareció que el gesto les sirvió de consuelo. Ana, recogiendo la voz de los familiares, leyó un cuento de agradecimiento. Un cuento que habló de una ciudad extrañada, sacudida por la muerte de Neil, Susana, Nicoleta, Georgeta, Patricia, Míriam... Pero el relato también hablaba del espíritu y de la fuerza para construir algo nuevo, "porque vale la pena seguir viviendo", concluyó. Las familias se levantaron y rompieron en un largo aplauso y todo el pabellón se puso en pie. Después de tres horas de homenaje a las víctimas las luces del pabellón se apagaron.
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