_
_
_
_
Tribuna:ANÁLISIS DEL 14-M
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La conjura

Algunos medios próximos al PP han fletado, y de algún modo el señor Aznar ha endosado, una interpretación de la derrota electoral del Partido Popular el pasado día 14 en clave conspiratoria.

En esencia la teoría de la conspiración se formula así: a lo largo de la campaña electoral el PP mantenía una apreciable ventaja sobre el PSOE y dicha ventaja, que le hubiera permitido mantenerse en el poder y aun rozar la renovación de la mayoría absoluta, se ha evaporado entre el 11 de marzo y el día de la votación, hasta el punto de producirse un "vuelco" en los resultados: el PSOE pasa a ocupar la posición prevista para el PP y viceversa.

Esa inversión respecto de las expectativas se produce por la combinación entre la reacción pasional de los electores frente al atentado y una campaña mediática orquestada por la oposición e instrumentada por un "poder fáctico" frente a la cual un gobierno veraz y responsable de sus actos no ha podido reaccionar, esa campaña, con ribetes de acoso en el día de reflexión, ha tenido un efecto decisivo en el cambio de sentido del sufragio.

"La propaganda puede hacer milagros políticos, pero para ello debe ser creíble"
"Fue la mala gestión del Gobierno y la imagen solidaria de la oposición lo que causó el cambio"

Dicha teoría tiene un corolario lógico que tanto el señor Aznar como alguno de los medios que tradicionalmente lo han apoyado se abstienen de extraer expresamente: el resultado producto de un amaño es ilegítimo, ilegítima es la mayoría parlamentaria que produce e ilegítimo el gobierno que de ésta pueda salir.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

El colega que me envío el SMS señalando la condición ministrable del señor Bin Laden siguió las reglas de la lógica y extrajo la pertinente conclusión. Que el Partido Popular no la haya extraído habla en su favor.

Confieso que nunca me ha parecido sostenible la interpretación policíaca de la Historia. El entendimiento de los fenómenos de masas (y me parece que el voto de treinta y tantos millones de electores lo es) como producto principal o exclusivo de la actividad conspiratoria me parece muy bien como pieza de una novela más o menos policíaca (y en el mercado hay varias de ese género con éxito reciente, como es bien sabido), pero como explicación del comportamiento social me parece que tiene la validez de la interpretación de la Revolución Francesa por una conspiración masónica que hizo un en su día muy famoso abate: una estupidez.

Si los dirigentes del PP quieren sostener una teoría de ese tipo para satisfacer su ego, lamerse las heridas y prepararse para el ejercicio de la oposición están en su derecho, pero no pueden exigir que los demás nos lo creamos. Es cierto que la propaganda puede hacer milagros políticos, pero para ello la propaganda debe ser creíble y es ahí, en la credibilidad, donde se halla la madre del cordero.

Vaya por delante que los sondeos publicados distaban mucho de ser unánimes en pronosticar la marcha triunfal, curiosamente tendían a ser más optimistas cuanto mayor fuera la distancia existente entre las fechas del trabajo de campo y el día de la votación, y la inmensa mayoría de las publicadas, y por lo que sé también de las no publicadas, dibujaban una curva a la baja del PP y una al alza del PSOE, ciertamente era improbable que las líneas se cruzaran antes del día 14, pero no era imposible. Mediada la ultima semana de campaña la victoria del PSOE era difícil pero no imposible, la sorpresa podía saltar. La primera pieza del silogismo conspiratorio falla: las cosas no estaban tan claras.

Tampoco encaja la segunda pieza: la reacción pasional de los electores. Pieza que suena curiosamente parecida al argumento del acobardamiento frente al terrorismo de los medios neoconservadores norteamericanos. Es más, la reacción espontánea esperable era precisamente la de la reagrupación en torno al gobierno, la tendencia a la reagrupación en torno a las instituciones... y al partido que las rige, exactamente lo que hizo el señor Zapatero la mañana del jueves y lo que no hizo el señor Aznar a mediodía, cuando ante las cámaras de RTVE se negó a convocar el pacto antiterrorista y/o la Diputación Permanente del Congreso y ninguneó al lehendakari mediante el expediente de dar por no formuladas y no contestar las preguntas correspondientes. Es más, tengo para mí que las dimensiones del atentado fueron tales que el propio tamaño de la barbaridad venía a actuar más bien a favor de su neutralización política.

En todo caso merece hacerse notar que los dos sondeos dados a conocer el domingo por la noche y cuyo trabajo de campo había comenzado el jueves y terminado a primera hora del sábado eran precisamente los que daban ventaja al Partido Popular. Confirmaría lo dicho el que en ninguna de las muchas manifestaciones del viernes aparecieran lemas, carteles o gritos contrarios al gobierno y su partido. Eso sí, apenas había carteles contra ETA, señal inequívoca de que la atribución ya no era creíble ese día.

Por lo demás si bien es cierto que las emisoras de determinado grupo de comunicación se inclinaban ese viernes por la hipótesis islamista estaban haciendo exactamente lo mismo que la BBC, RAIdue o TV5... o que el ministro francés del Interior, entrevistado al efecto por la TV gala (y que, además de ser conservador, es pariente del señor Ruiz Gallardón).

Lo que sí afectó, fue la reacción de creciente incredulidad ante la política informativa del Gobierno. Es posible que la información gubernamental fuera veraz (al menos en el sentido legal del término), lo que se hundió el viernes fue su credibilidad. Los gritos demandando la autoría en las manifestaciones del viernes lo indican con meridiana claridad.

Que los adversarios mediáticos del Gobierno apostaran por la hipótesis islamista era esperable, la cuestión relevante con todo no es ésa, la cuestión relevante es mas bien por qué ni el gobierno ni el complejo mediático que le apoyaba resultaban creíbles en la tarde del viernes y a lo largo del sábado y por qué sí resultaba creíble lo que decía una minoría (en número y audiencia) de los mass media. Y es aquí donde la tesis de la conjura se queda sin explicación.

En resumen: fue la mala gestión del gobierno asociada a la imagen pública de solidaridad y prudencia transmitida por la oposición lo que provocó el cambio. De hecho, si mis noticias son ciertas eso es precisamente lo que surge de los sondeos postelectorales que se están haciendo. Que el gobierno no reaccionara y mantuviera el sostenella y no enmendalla hasta bien entrada la tarde del sábado es lo que acabó por movilizar a los abstencionistas, cuya pasividad había dado la mayoría absoluta al PP en el 2000 y movió a una parte de electorado de IU al voto útil. Que la mala gestión sea torticera o no es lo de menos.

Lo decisivo es que el Gobierno destruyó su propia credibilidad y que a través de esa grieta el fantasma de un guerra que la inmensa mayoría de la población rechaza salió del sepulcro para cobrar su factura pendiente. De haberla ésa fue la única conjura eficaz: la que la arrogancia del gobierno estableció contra el gobierno mismo.

Manuel Martínez Sospedra es profesor de Derecho de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_