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Columna
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Gil-Albert

José Luis Ferris

Dentro de una semana, el próximo 1 de abril, Juan Gil-Albert cumplirá cien años. Hay quien dice que el poeta faltará a la cita, que murió en Valencia hace una década, que no está ya para nadie y para nada. Pero la mayoría ignora que personas como él han dejado tanta sustancia viva sobre el mundo que basta con retomar uno de sus libros para hallarlo allí, para vernos con él sin necesidad de haber pactado un encuentro o un paseo sin horas y sin rumbo. Esta noche, sin ir más lejos, me ha susurrado muy cerca del oído "Hablar es siempre tierno si se tiene con quién". Le contesto con sus mismas palabras, lo sé "alguien nos nombra siempre en algún sitio / mientras estamos solos y olvidados". "Toda una vida sin esperanza surge de los labios como un plantel de rosas...", me responde. Y por seguir, por continuar oyendo su discurso amable y requerido, acudo a la página 144 de Homenajes e in promptus y me dice "Puede ocurrir que el hombre se despierte / por la noche soñando y entre vagas / luces de oscuridad recobre el ritmo / de su existencia y diga: estoy latiendo".

Le escucho en estos días antes de irme a dormir y me estremece la inmediatez con que acude y me acompaña. Es curioso que sepa tantas cosas de mí después de tantos años, de aquella cita última en su casa en el verano del 88, cuando al acabar la merienda tomó una extraño ejemplar de Valentín editado en francés por Actes Sud y me estampó junto a su firma: "Permíteme que este librito te acompañe como si fuera yo mismo". Y bien que así ha sido, amigo Juan, y mucho más ahora, cuando estos días de marzo, al regresar de nuevo a tu Breviarium vitae, me lees con benévolo pesar ciertas notas que me hacen tomarme muy en serio tu presencia de ahora: "Nunca se ha mentido tanto -tan a sabiendas de que se miente, tan sin inocencia- como hoy. La mentira, la personificada en los caudillos, jefes, políticos, prensa y radio, ha adquirido unas desproporciones descomunales rayanas en la locura si todo este embuste no estuviera regido, de manera tan evidente, por el genio de la estupidez".

Por ésta y otras razones, me extrañaría mucho que el jueves faltaras a la cita.

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