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Tribuna:CIRCUITO CIENTÍFICO
Tribuna
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Doctores tiene la iglesia... pero no la empresa

En español coloquial un doctor es un médico, aunque la gran mayoría de los médicos no son doctores. Realmente el título de doctor es el grado académico que confiere la capacidad de investigar a su titular e investigar es lo que mayoritariamente se considera la actividad académica que mayores garantías ofrece para asegurar la capacidad docente de un profesor. Es por ello por lo que se exige el grado de doctor para ser profesor funcionario en la universidad española. Como toda regla tiene sus excepciones; aunque ceteris paribus un buen investigador es más probable que sea un buen profesor que el que lo sea un mal investigador, abundan ejemplos de buenos investigadores que son unos docentes bajo mínimos. También hay un premio Nobel de Física que no tiene el título de doctor. Así pues, en el sistema público español un doctor es casi sinónimo de investigador.

Contrátenlos, son una componente insustituible de un país moderno
Cada año egresan más doctores que todos los que trabajan en I+D en las empresas

En la empresa española también hay investigadores, pero casi nunca son doctores, sino licenciados, ingenieros o técnicos. Por lo tanto el colectivo de investigadores públicos y el de investigadores del sector privado cumplen exigencias distintas, siendo el sector público más exigente. No olvidemos que la razón por la que hasta hoy en día a un licenciado que está haciendo el doctorado se le ofrece una beca en vez de un contrato es que se está formando, ya que aún no está capacitado para investigar, mientras que una empresa lo puede contratar para investigar.

Quizás una explicación de por qué la empresa no contrata doctores es que, en general, no necesita (o cree no necesitar) mucha Investigación y Desarrollo Tecnológico (I+D). Efectivamente, sólo el 12,0% y el 6,4% del comercio exterior son importaciones y exportaciones españolas de tecnología avanzada, es decir aquella en cuyo desarrollo hay un alto contenido de I+D. De los países de la Unión Europea (UE) sólo Portugal tiene unos porcentajes aún menores. La disparidad de los dos porcentajes hace que nuestra balanza comercial de tecnología avanzada represente un déficit del 2% de nuestro PIB. Ésta es una cantidad que dobla lo que España gasta en total en I+D y representa una verdadera sangría para nuestro país. Pero no se conoce ninguna estrategia para mejorar nuestra balanza de tecnología avanzada que no pase por hacer más I+D, sin la que no hay innovación tecnológica avanzada ni capacidad de usarla adecuadamente. El post-it fue un gran invento, que no necesitó I+D, pero estos casos son muy poco frecuentes. Lo normal, después de tantos años de Homo sapiens cavilando, es que ya sólo quede por inventar aquello que no se podía inventar antes, porque no estaba desarrollada la tecnología necesaria.

Pero la innovación tecnológica es un verdadero reto y sería más que sorprendente que se pudiese innovar eficaz y sostenidamente sin contar con la élite de los investigadores: los doctores. Pues este milagro es el que pretendemos que ocurra en España: hacer la I+D excelente, necesaria para la verdadera innovación tecnológica, sin contar con los mejores investigadores. Es curioso que cuando se trata de curar un cáncer no se recurre a los milagros sino al mejor oncólogo y para ganar la Liga tampoco se cuenta con ayudas esotéricas, sino que se ficha a los mejores futbolistas. Bien, pues entendamos que lo mismo ocurre con la innovación: no hay buena innovación sin buena investigación y ésta requiere los mejores investigadores.

En las áreas más relevantes para la innovación España sólo produce 33 doctores por año, por 100.000 personas de entre 25 y 34 años, estando de los países de la UE sólo Italia detrás de nosotros. Los doctores, junto con los licenciados, ingenieros y técnicos forman el capital humano necesario para la I+D que, a su vez, nutre a la innovación tecnológica. Pero sólo el 42% de las personas con la formación superior necesaria para la I+D trabajan en I+D. Es la cifra más baja en toda la UE. Además el 8,7% de ellos están sin empleo, la cifra más alta en la UE. Y la responsabilidad de estas cifras recae en primer lugar en el sector privado: sólo el 24,7% de los investigadores en España lo hacen para el sector privado, mientras que en la UE la cifra es del 50,0%, en Japón del 65,8% y en los EE UU del 83,3%. Con estas cifras el bienestar económico de nuestro país en un futuro a medio o largo plazo está muy lejos de estar asegurado y, de hecho, en buena ciencia, no debemos contar con él.

Estos porcentajes dan las siguientes cifras aproximadas: el equivalente de unos 20.000 investigadores a tiempo completo en las empresas, de los cuales entre 2.000 y 4.000 doctores efectuando un trabajo asimilable a la I+D. Basta recordar que cada año egresan de las universidades españolas más doctores que todos los que trabajan en I+D en las empresas para entender la magnitud del sinsentido. Pocos investigadores y, entre ellos, poquísimos doctores: esa es la realidad de la I+D privada. ¿Qué podemos hacer para mejorar la situación? Escuchemos a los empresarios.

La formación de los doctores es demasiado teórica y no tienen espíritu empresarial. Cierto. Una formación más práctica es más cara y requiere más recursos. Cuando faltan los recursos se enseña teoría, es una ley universal. Por lo tanto se deben asegurar los recursos necesarios para que las universidades puedan ofrecer una formación más práctica. El espíritu, o al menos un esbozo de formación empresarial se podría ofrecer en la etapa de redacción de la tesis doctoral: esto lo pueden y deben hacer las universidades. No olvidemos que hace 25 años muchísimas de las personas que se doctoraban proseguían una carrera académica, porque el sistema universitario estaba creciendo de forma espectacular, mientras que hoy en día la gran mayoría de los nuevos doctores no podrán ser absorbidos por el sistema público de I+D (esto cambiará en 10 años debido a los avatares de la demografía del profesorado universitario) y su formación sólo puede ser realmente útil en el sistema privado de I+D. Más vale pues que esa formación incluya una introducción a los problemas y necesidades del mundo empresarial.

No encuentro los doctores con la formación que interesa a mi empresa. Maticemos. Quizás demasiado frecuentemente se les estén exigiendo características que no corresponden a un investigador. Un investigador debe ser capaz de pensar de forma original, capaz de reconocer rápidamente lo esencial de un problema y capaz de proponer y poner en marcha diversas posibles vías de solución al problema. Debe tener contactos con otros científicos a los que pueda consultar y saber cómo acceder a las publicaciones y patentes relevantes. Y debe ser capaz de aprender y adaptarse. Pero sé que muchos tienen estas características. Más bien me parece que no disponemos de una base de datos adecuada que permita a los empresarios encontrar rápidamente y de forma fiable al investigador que necesitan.

Pero finalmente el mayor valor de un buen investigador es algo en lo que, creo, no piensan suficientemente los empresarios: un investigador con título de doctor y experiencia posdoctoral en el extranjero suele ser una persona acostumbrada a la competencia internacional, con buenos contactos internacionales, conocedor de tecnologías avanzadas y capaz de generar ideas interesantes. Por favor, contrátenlos, no se los pierdan, son una componente insustituible de un país moderno y próspero.

Si finalmente nuestra élite investigadora, cuya formación puede haber costado más de 50.000 euros per cápita, emigra, España estará subvencionando a los países avanzados por partida doble: les regala la materia gris ya bien estructurada y luego les compra la innovación que, debido a no disponer aquí de esa materia gris, no sabemos generar aquí.

Rolf Tarrach es catedrático de Física (Universidad de Barcelona) y Comisionado de Ciencia y Sociedad (Fundació Catalana de la Recerca).

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