Prueba genética para vigilar la pureza del ciervo ibérico en las fincas de caza
La población de ciervos ibéricos se ha mantenido separada del resto de poblaciones de ciervos europeos desde hace 180.000 años. Ahora, sin embargo, el inadecuado manejo de fincas de caza está poniendo en peligro esta subespecie, cuya desaparición puede quedar encubierta por el gran número de ejemplares que hay, aunque ya no serán auténticos ciervos ibéricos. Un equipo de investigadores de la Universidad de Extremadura ha desarrollado una prueba genética para determinar si los ciervos son o no son ibéricos, de manera que los foráneos no sean tenidos en cuenta como trofeos de caza admitidos por la Junta de Homologación. La caza mueve cada año en España unos 4.500 millones de euros y crea, directa e indirectamente, 100.000 puestos de trabajo.
Los ciervos europeos se han repartido en los últimos 200.000 años desde las poblaciones de origen del sur de Europa. Así, los ciervos británicos, que cruzaron cuando se podía cruzar andando, son diferentes de los noruegos, los polacos o los griegos. Hoy se reconocen 12 subespecies de ciervos en Europa, aunque la facilidad de intercambio entre algunas de estas poblaciones ha hecho que estén bastante mezcladas. Los ciervos ibéricos, sin embargo, han sido una isla genética en los últimos 180.000 años, debido tanto a la influencia del clima -la última glaciación, que terminó hace 10.000 años-, como a las dificultades que presenta la orografía para atravesar los Pirineos.
"La forma de las cuernas y otros muchos factores nos muestran que los ciervos ibéricos son hoy como eran los ciervos europeos de hace 180.000 años", dice Juan Carranza, catedrático de zoología en la Universidad de Extremadura e impulsor de este proyecto. "Pero nos encontramos ante una contaminación genética que puede acabar en poco tiempo con ellos", afirma.
Para evitar esta contaminación, que, en palabra de Juan Delibes, director del canal Caza y Pesca "es un problema ecológico grave", el equipo de la Universidad de Extremadura dirigido por Carranza ha desarrollado un test de ADN capaz de determinar en unos 10 días si el ciervo es ibérico o no. "Hemos elegido ocho marcadores genéticos diferentes, de manera que el resultado es completamente fiable. Este trabajo lo ha llevado a cabo José Luis Fernández García, que es profesor de genética en la Universidad de Extremadura. De hecho, sabemos que se están haciendo cosas parecidas en otros lugares del mundo, por ejemplo para inspección de carnes, pero en conservación de especies cinegéticas el test desarrollado es pionero. Sin embargo, no podemos publicarlo hasta que no esté concedida la patente internacional que la Universidad ha solicitado".
Este proyecto, que ha tenido un presupuesto de unos 60.000 euros, financiados a partes iguales por la Junta de Extremadura (Consejería de Agricultura y Medio Ambiente) y la Fundación Biodiversidad, del Ministerio de Medio Ambiente, cuenta también con el apoyo de la Junta Nacional de Homologación de Trofeos de Caza. Según Alonso Álvarez de Toledo, su presidente, "entre las misiones de la Junta está colaborar con la pureza de las especies cinegéticas". La idea es que "a los venados sospechosos se les haga la prueba y si no son ibéricos, no se consideren para medalla". Las medallas, de oro, plata o bronce, son el reconocimiento oficial al tamaño de las cuernas del animal. "Los cazadores", dice Álvarez de Toledo, "se van a tentar la ropa porque nadie quiere pagar por un venado que sea medalla y que luego no se puede calificar. Eso haría que la demanda de caza en esas fincas se viniera abajo".
Hasta el momento se han hecho cuatro pruebas, en cuatro ciervos sospechosos, y de ellos dos han resultados no ibéricos. "No se puede extrapolar", dice Carranza, "y deducir que la mitad de los ciervos son ya foráneos. De hecho, elegimos cuatro muy dudosos". Cada año la Junta homologa "unos 2.000 venados", dice Álvarez de Toledo, "así que sería muy caro hacer la prueba a todos. La haremos a los que parezcan dudosos, a los que vayan para medalla de oro o para récord".
"Además de para los animales cazados", dice Carranza, "la prueba puede ser utilizada también por las administraciones autonómicas para tramitar solicitudes de traslocaciones, es decir, para llevar reses de una granja a otra, para inspeccionar granjas, y también por los gestores particulares que pueden haber comprado ciervos y ahora tienen dudas de su procedencia, para saber qué ciervos tienen realmente en sus explotaciones".
Según Delibes, este tipo de pruebas deberían hacerse "con todas las especies, porque existe un problema serio de hibridación con ejemplares introducidos ajenos a nuestra geografía, por ejemplo en los casos de las perdices de granja y los jabalíes. En concreto, en el caso de los ciervos, me consta que se han traído ciervos de fuera a fincas españolas en un porcentaje considerable, pero difícil de determinar". Para Carranza "la gestión de la caza es uno de los mejores procedimientos para conservar la biodiversidad, pero siempre que se ajuste a criterios adecuados basados en información científica".
El ángulo de las cuernas
Cómo se sabe qué ciervos de los que hay ahora en Iberia son ibéricos? Para responder a esta pregunta los investigadores han desarrollado una labor de búsqueda de cuernas antiguas. Se han extraído muestras de ADN de cuernas de más de un siglo de antigüedad, que con frecuencia tenían también indicación del lugar exacto del que procedían, y se han comparado con las de ciervos actuales.
Además de los genotipos, el fenotipo también sirve para distinguir unos ciervos de otros. "Por ejemplo", explica el catedrático Juan Carranza, "los escoceses tienen el pelaje más rojizo y melena en el cuello. Y, además, la forma de las cuernas con frecuencia es distinta. Todavía muchos ciervos ibéricos tienen las cuernas con un ángulo característico, parecido al de un ciervo fósil de hace 200.000 años encontrado en Alemania, que ya no se ve en ninguna de las otras subespecies actualmente existentes en Europa". Conservar la especie ibérica exige, por tanto, saber qué animales son auténticos y cuales híbridos. "La limpieza étnica", dice Carranza, "es inadmisible si se trata de humanos, pero es obligada si queremos conservar la biodiversidad en animales y plantas silvestres que son así gracias a haber permanecido aislados durante miles o millones de años".
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