La resaca
Era inevitable. Los atentados terroristas han sido tan monstruosos y su repercusión en las elecciones tan evidente, que es difícil sustraerse a la enorme resaca que durante estos días nos ha arrastrado a todos hacia unos hechos que se han convertido ya en historia. Por eso, no es de extrañar que numerosos lectores hayan escrito o llamado a esta Defensora para criticar -lo que refuerza mi teoría de la pasada semana de que cuanto más sepan ustedes de cómo funciona un periódico, mejor podrán valorarlo y criticarlo- algunos aspectos de la extensa cobertura que EL PAÍS ha dedicado a los distintos aspectos de la tragedia y la consiguiente conmoción general.
Las críticas hacen hincapié en dos aspectos: el titular de portada de la edición especial publicada el mismo día del atentado, Matanza de ETA en Madrid, y algunas de las fotos incluidas en la revista Domingo del 14 de marzo. Mantienen las primeras que ese titular no se correspondía con un buen periodismo, ya que, además de no citar la fuente que confirmaba tal autoría, el presidente del Gobierno, no se contrastó con otras como exige nuestro Libro de estilo y los más elementales principios de la profesión.
"Un titular falso o cuando menos precipitado", recrimina Juan Vidal Gugallo. "¿Por qué el diario no puso la información en boca de Aznar? ¿Por qué se embarcó en una información que no le constaba? ¿No se intentó contrastar la información en el breve tiempo disponible?", pregunta Gustavo Ybarra, desde Argentina. "Un simple Matanza en Madrid, con un subtítulo Aznar afirma que no hay dudas sobre la autoría de ETA, hubiera bastado para transmitir la manipulación que al Gobierno le interesaba sin desacreditar al periódico", dice Alberto Noguera, de Valencia. "Nos hubiera gustado un poco más de objetividad por parte de EL PAÍS, tratándose de una de las noticias más relevantes de la década", dice Alfonso Hernández desde Guadalajara (México). "Han contado con una sola fuente, sin dudar de la versión oficial", recrimina Juan M. Nava. Y así varios lectores más. Algunos se confiesan periodistas.
Por supuesto que EL PAÍS contactó con numerosas fuentes para contrastar la información. Pero a esas horas de la mañana -la edición especial se cerró a la una de la tarde del mismo jueves- poco se podía contrastar, puesto que nadie tenía dato alguno y los supuestos apuntaban a la autoría de ETA. Estábamos todavía en los primeros momentos del horror, y Gobierno, instituciones, políticos y medios de comunicación trabajaban entonces con tal hipótesis, no exenta de altas posibilidades de certeza. A esas horas el lehendakari Ibarretxe había atribuido la autoría a ETA, y sólo Arnaldo Otegui, portavoz de la ilegalizada Batasuna, la había rechazado y adjudicado a "la resistencia árabe".
Antes de las once de la mañana, el redactor José María Irujo, un experto en terrorismo de Al Qaeda, había hablado ya con uno de los comisarios jefe de la Unidad Central de Información Exterior, que investiga las células radicales islamistas, y le había preguntado si trabajaban en la posibilidad de que fuera un atentado de Al Qaeda. No sólo lo negó tajantemente, sino que recriminó al periodista la sugerencia por "extravagante". Otros redactores habían contactado también con diversas fuentes de Interior, policía, Guardia Civil y Servicios de Inteligencia, con los mismos resultados. Quizá convenga recordar que aunque a las 10.50 se había encontrado la furgoneta que contenía detonadores y una cinta con versículos del Corán, la noticia no se filtraría a los medios de comunicación hasta pasadas las cinco de la tarde -el ministro del Interior la confirmaría a las 20.30-. Y habría que esperar hasta últimas horas de la tarde para conocer la reivindicación hecha por un grupo ligado a Al Qaeda a un periódico árabe de Londres.
A la una de la tarde, con la edición especial cerrada, se produjo la llamada del presidente del Gobierno al director del periódico para asegurarle que la autoría del atentado era de ETA. Y se cambió el titular. ¿Teníamos que dudar de la palabra del presidente de un país democrático europeo?
Jesús Ceberio, director de EL PAÍS, explica detalladamente lo sucedido: "A todas luces, fue un grave error cambiar el título con el que había decidido encabezar la edición especial del jueves 11 de marzo: Matanza terrorista en Madrid. Un error que asumo en su totalidad. Lamento que esa decisión equivocada haya podido contaminar el formidable esfuerzo profesional llevado a cabo desde primera hora de la mañana por una Redacción que fue capaz de superar su propia conmoción para elaborar 19 páginas de información rigurosa: textos, imágenes que han dado la vuelta al mundo, infografías y diseño. A través de las agencias de información y las emisoras de radio se sabía que todos los periódicos preparaban ediciones especiales. Poco antes de la una de la tarde decidí llamar al secretario de Estado de Comunicación, Alfredo Timmermans, para obtener un contraste directo con el Gobierno. Me anunció que en unos diez minutos iba a comparecer el ministro de Interior, Ángel Acebes, para informar de que ETA era la autora de la cadena de atentados sin ningún género de dudas. Apenas unos minutos más tarde recibí una llamada del presidente del Gobierno, José María Aznar, que en una breve conversación telefónica (no más de un minuto, probablemente) me garantizó la autoría de ETA, con total rotundidad. No se trataba de una convicción o una deducción lógica, era una aseveración en términos absolutos. 'Tenemos la seguridad de que ha sido ETA. Lo han intentado en dos ocasiones, y a la tercera, desgraciadamente, lo han conseguido'. Añadió que las versiones que empezaban a apuntar hacia otro tipo de terrorismo nacían del propio entorno de ETA para desviar la atención. Nunca antes, en sus ocho años de presidente del Gobierno, me había llamado Aznar por teléfono para darme una información. A poco más de cinco horas del atentado más grave ocurrido nunca en nuestra historia, la palabra del presidente del Gobierno me pareció garantía suficiente para cambiar el título de primera página, que pasó a ser: Matanza de ETA en Madrid. Está claro que me equivoqué y, por ello, debo disculpas a los lectores y también a la Redacción, en cuyo descargo señalaré que las diversas informaciones incluidas en ese ejemplar no descartaban la hipótesis del terrorismo fundamentalista islámico. El hecho de que excepcionalmente esa edición del diario no incluyera ningún texto informativo en su primera página me impidió una asignación directa de la fuente informativa. Sólo puedo añadir que al menos el editorial, que arrancaba también en primera página bajo el título 11-M, manejaba la atribución a ETA como 'hipótesis más probable' y añadía en páginas interiores que 'algunos datos no permiten descartar al terrorismo de signo islámico fundamentalista'. La Redacción hizo, en fin, un trabajo irreprochable; yo me equivoqué al decidir el título de primera página".
Fotos: traspasar el umbral
En cuanto a las quejas por la crudeza de algunas fotografías, especialmente por una publicada en Domingo -cerrada el mismo jueves entre continuos cambios-, en la que podía reconocerse a una de las víctimas mortales, dentro de uno de los vagones destrozados, coinciden al destacar la falta de sensibilidad con los familiares. Un tema en el que existen serias discrepancias entre los propios lectores, ya que en momentos tan brutales la necesidad informativa suele rozar los límites de la sensibilidad y dignidad para las víctimas que algunos exigen.
Jan Steensma, de Madrid, las considera "amarillistas" y "propias de un tabloide inglés". Cristina Robles pregunta: "¿Por qué imponer esta exposición tan dolorosa a unas familias ya destrozadas? ¿Se imagina a algún familiar delante de una de esas fotos intentando adivinar si sufrió?". Y Alfonso Carlos Pérez Álvarez considera que esa imagen en concreto vulnera el derecho a la privacidad, que debe privilegiarse por encima del derecho a la información. "Bien está que apreciemos el barbarismo del atentado viendo cadáveres yacentes, piernas colgando o cuerpos desmadejados, pero la fotografía citada seguramente permitirá a sus familiares y amigos reconocer casi con total seguridad a esa mujer asesinada. Y en ese momento se vulnera el derecho a la privacidad, incluso después de muerta".
"En primer lugar, quiero destacar la espléndida cobertura gráfica de los atentados, como lo demuestra el hecho de que varias fotografías publicadas por EL PAÍS aparecieran al día siguiente en las primeras páginas de muchos periódicos del mundo", afirma Jesús Ceberio. Dicho esto, Ceberio admite que, "en algún caso, hemos traspasado el umbral de sensibilidad al que está obligado el periódico en cualquier circunstancia, tanto más en una tragedia como ésta. Hay un principio que tratamos de aplicar y que en algún caso, producto también de la tremenda presión a la que trabajamos esos días, se ha rebasado. Las familias de las víctimas tienen derecho a exigir que no aparezcan en el periódico imágenes explícitas de los fallecidos, sobre todo cuando son directamente identificables. Una edición menos apresurada nos habría llevado a evitar la publicación de algunas fotografías".
Los lectores pueden escribir a la Defensora del Lector por carta o correo electrónico (defensora@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.
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