Historia de una avería
Érase una vez una pareja que decidió hacer de su hogar un lugar más cálido. No es que les faltara amor, sino que en la última semana la nieve había aparecido en su ciudad. Y como estamos en el siglo XXI, optaron por una moderna y nueva calefacción por acumuladores eléctricos.
Pero, ¡oh, sorpresa! Una fría noche se despertaron oliendo a quemado. ¿Qué ocurría? "Son las cuatro de la mañana y no tenemos luz, los acumuladores han dejado de funcionar al igual que el resto de los aparatos eléctricos", se lamentó él. "Llamaremos a Iberdrola".
El servicio de averías acudió raudo y veloz cuatro horas más tarde. Ellos no son culpables. Llamaron al instalador que recientemente les había cambiado toda su moderna instalación comunitaria y que les pasa factura, porque, ¡sorpresa! Ellos tampoco son culpables. ¿Y quién es el responsable? Esto no es ningún cuento señores.
¿Por qué una compañía tan moderna, tan competitiva y tan necesaria no tiene una oficina de atención al cliente en una población de más de 170.000 habitantes? ¿Por qué todos los años tengo que poner una nueva reclamación por avería y nunca obtengo respuesta? ¿Es el suministro eléctrico un bien de primera necesidad o un negocio basado en el mal servicio de subcontratas?
A la pareja de la historia sólo les queda el amor y un montón de reclamaciones a Iberdrola sin responder porque el calor hace mucho que desapareció.
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