La huerta como perfil diferencial
La huerta constituye uno de los principales activos en la construcción de un perfil diferencial para la Valencia del futuro. Uno de sus perfiles posibles es el de una ciudad terciaria con un poderoso atractivo medioambiental. El mar, la huerta y L'Albufera, junto a la suavidad climática, la calidad de vida y la accesibilidad social de sus habitantes, configuran un potencial importante y atractivo para el establecimiento de empresas de nueva economía con nulo impacto ambiental. La ciudad brasileña de Curitiba hizo esta apuesta y hoy es una referencia ineludible en el universo ecológico, muy seductora para multinacionales que buscanr el valor del entorno.
Pero para construir este escenario de calidad la huerta debe de perder el valor sentimental y tener una utilidad. Los modos obsoletos que sustentan el cultivo agrícola y su escasa rentabilidad son su principal caudal de degradación frente a la especulación urbanística. Cualquier solución política supondría enfrentarse a la presión de los promotores y a la indignación de los propietarios, por lo que lo más cómodo para la Administración ha sido mirar hacia otro lado.
El proyecto Ruta Azul preveía una posible solución para la huerta. Los promotores que participasen en el plan tenían que asumirla. Aunque no se establecían los límites de la huerta, un 10% de sus terrenos sería edificable frente al 90%, que quedaría libre y asociado a las urbanizaciones. Sin embargo no se arbitraba ninguna fórmula al respecto ni se ofrecían directrices sobre cómo efectuar su proceso de expropiación y sobre qué partes de la huerta se debía de actuar.
La arquitecto Lourdes García Sogo, que ha estudiado el problema a fondo, defiende que donde de verdad reside la identidad de Valencia es en la huerta, que no siendo naturaleza tiene detrás el peso de la historia y una cultura. De acuerdo con sus cálculos quedan tres zonas de huerta que podrían salvarse sólo con que el Ayuntamiento las comprara a 6.000 euros la hanegada y cediera su cultivo a las cooperativas, que han mostrado su interés en la operación, para hacerlo rentable a través de la agricultura modernizada. Según sus cálculos, la bolsa de la cabecera del río, de la mitad del tamaño del neoyorquino Central Park, costaría poco más de 12 millones de euros: la sexta parte del coste del Museo de las Ciencias.
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