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UN PROYECTO EUROPEO

La victoria del PSOE no apaga la división de la izquierda

El Nuevo Laborismo del británico Tony Blair horroriza y fascina a la vez a los restantes partidos socialdemócratas europeos

La inesperada victoria del PSOE en las elecciones españolas ha sido un bálsamo para los socialistas europeos, pero no hay que hacerse ilusiones. La derrota, unos días antes, en Grecia de uno de los pocos Gobiernos socialistas que tenía un buen resultado económico que defender, es indicativa de las dificultades de la izquierda europea en su pretensión de ser portadora de un mensaje coherente para responder a los interrogantes del electorado, a sus miedos en la víspera de la ampliación de 15 a 25 de la UE, y al mundo, en general.

La derrota del Pasok socialista, partido que dirige Yorgos Papandreu, más bien modernista, decidido a olvidar las antiguas querellas europeas, es el último de los fracasos de una larga serie, cuyo caso más flagrante es el de los socialistas franceses en las presidenciales de 2002. El candidato socialista, Lionel Jospin, no llegó a la segunda vuelta contra el presidente gaullista Jacques Chirac, derrotado por el candidato de extrema derecha, Jean-Marie Le Pen.

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La victoria, muy apretada, de Gerhard Schröder en las legislativas alemanas de 2002, debida en gran parte a la oposición a la política norteamericana en Irak, era un espejismo. El Partido Socialdemócrata alemán luchaba por su supervivencia, sufriendo lo indecible para hacer que la opinión aceptara las reformas sociales y fiscales que, sin embargo, nadie dudaba que eran imprescindibles. Schröder deberá abandonar la presidencia del partido el 21 de marzo, para dar paso a Franz Müntefering, y eso traduce la duda existencial que reina en el SPD. Únicamente el primer ministro británico, Tony Blair, aparte de la socialdemocracia sueca, al menos hasta la guerra de Irak, parece al abrigo de la tormenta. Pero el propio éxito del primer ministro británico, sochantre de un nuevo socialismo, ha dividido a la socialdemocracia europea, a la vez fascinada y horrorizada por la tercera vía del Nuevo Laborismo.

Hoy, mientras el espejismo de la derecha radical vuelve, permitiendo a la izquierda recuperar algo del terreno perdido, la escena socialista no parece menos dividida. Irak ha acentuado el alejamiento entre Blair y los demás partidos socialdemócratas, en el mismo momento en que éstos se acercaban a su modelo. En contradicción entre la afirmación, por parte de la Convención que ha redactado el proyecto de Constitución europea, de la necesidad de una Europa más política, cada uno se refugia en sus problemas nacionales. Los socialistas austriacos acaban de darnos un ejemplo con su cooperación con Häider, en el feudo de éste en Carintia. Y la ampliación de la UE no ayudará en nada. Los socialistas se apoyan al Este sobre los antiguos partidos comunistas, lo que añade confusión a la escena.

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Las maniobras a las que da lugar la elección del nuevo presidente del Partido Socialista Europeo, que remplazará al británico Robin Cook, no hacen más que confirmar que cada uno va a lo suyo. Mientras el primer ministro danés Poul Nierup Rasmussen parece tener el perfil ideal para el relanzamiento de esta formación política, los partidos alemán, español y británico le oponen la candidatura de Giuliano Amato, antiguo vicepresidente de la Convención, que pasa por ser un aliado de los laboristas. El SPD, sin embargo, próximo a los escandinavos, cuenta con su apoyo para promover a uno de los suyos, Martin Schulz, a la presidencia del grupo parlamentario.

El congreso del PSE se celebrará en abril para elegir y adoptar un programa para las elecciones europeas. Y esas maniobras no se prestan a grandes ambiciones con vistas a la campaña. Dos de sus mayores formaciones, los socialdemócratas, en general, y su equivalente en Polonia -los ex comunistas- se hallan en una situación difícil, por lo que el PSE lo tiene muy cuesta arriba para disputar la preeminencia de las derechas, el Partido Popular Europeo en junio.

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