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Reportaje:BAGDAD | LA GUERRA DE IRAK, UN AÑO DESPUÉS

Naranjos y humo en la ciudad de las bombas

Francisco Peregil

Lo único que tenían la inmensa mayoría de los bagdadíes para protegerse de las bombas era cinta de celo. Pegadas sobre los cristales, se supone que impedían que estallasen en mil pedazos. Así que casi todas las ventanas de la ciudad se fueron llenando de X. En algunos barrios la vida continuaba como si el país no estuviese a punto de caer en una guerra y en otros las calles se parecían a esos poblados desolados de las películas del Oeste donde no falta ni el matojo redondo de hierbas que va de una acera a la otra.

Pero el aire olía a naranjos en flor. Justo antes de la guerra daba gusto pasear por la mañana entre tanta gente que agasajaba a los extranjeros con una hospitalidad difícilmente superable. Hay quien dice: "Ésa hospitalidad es la misma de todos los países musulmanes". De acuerdo. Pero no todos los países musulmanes estaban a punto de ser atacados por la mayor potencia militar del mundo, de quien España era aliada.

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El mundo avanzaba hacia la guerra. Y los que estábamos allí en Bagdad no sabíamos si eso de las armas de destrucción masiva era real.

Una noche cayó la primera bomba en la ciudad. Una guerra puede dejar muchos ruidos y olores mezclándose durante años en la memoria. Pero nada comparado a la primera alarma antiaérea. Alarma que no llegó antes de los primeros misiles, sino inmediatamente después. ¿Imaginan algo semejante en Madrid, en Sevilla o Barcelona? Un sonido que se extienda por toda la ciudad, que suene como un inmenso animal herido. Después de la alarma llegaron más bombas. Y después el silencio. Unos subían a las terrazas con las manos en los bolsillos, otros con los brazos cruzados... Entre bomba y bomba, el silencio de la impotencia.

Y los días siguientes, varios anillos de humo rodearon la ciudad. Con el calor que desprendía el petróleo quemado en las afueras de Bagdad, Sadam Husein pretendía desviar la trayectoria de los misiles estadounidenses. Pero lo único que consiguió claramente fue que la ciudad se impregnara de un aire irrespirable y un aspecto tétrico.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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