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Columna
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Regenerando, o la conjura de los necios

"Tras el periodo en el que el mundo occidental había gozado de orden, tranquilidad, unidad y unicidad con su Dios Verdadero y su Trinidad, aparecieron vientos de cambio que presagiaban malos tiempos", los del Caos, la Demencia y el Mal Gusto (John K. Toole, La Conjura de los necios, 1980). Tras la masacre, hartos de mentira e infamia, tenemos, ya sí, nuevo gobierno.

Lo he contrastado, y el espectro va desde el escepticismo más absoluto a una esperanza con reservas. Hay, en todo caso, un punto general de optimismo. Eso me gusta. Nadie apuesta a fondo por ello, garantía de que nadie lo vaya a manipular o prefigurar con sus fantasías. A la vez, suena bien. Zapatero, en cualquier caso, sí parece un hombre corriente; un tipo normal con personalidad, eso sí. No como el otro, que era de pega: ni era corriente, que era un tipo raro, y la personalidad se la confeccionaron en Casa Gepeto. Todo ello nos toca aquí, en el país, de manera directa.

Los pasados días sobrevoló la posibilidad de que ETA hubiera sido la mano ejecutora de la infamia (una infamia con doscientos muertos y más de mil heridos). Patraña lógica, pero falsa. El PP, que quiso mentir con provecho, como antes ya lo había hecho, lo ha pagado en las urnas: el electorado le ha dado la espalda. Aquí hay dos consideraciones que hacer en lo que nos toca.

Recuerdo cierta retención al paso en coche por Madrid (¿hará un par de años?) ETA había colocado un coche bomba en los aledaños del Paseo de la Castellana. Era domingo, un día de gran afluencia en el estadio Bernabeu. ¿Pudo haber muertes? Muy probablemente, pero advertidas, eso sí. ETA no se diferencia moralmente con Al Qaeda: no le importa la muerte de seres humanos (lo que a la mayoría nos horroriza). Lo único que cambia es el imaginario de unos y otros: Al Qaeda habla de la muerte como valor frente a la vida de los occidentales; ETA no se imagina atentando contra los trenes de trabajadores, inmigrantes y estudiantes. Pero estima la muerte de los otros como natural (guardas jurados, concejales, bomberos, aficionados al fútbol). Es cuestión de unas horas: quienes se desplazan a primera hora en tren, se convierten poco después en guardas jurados, concejales, bomberos, aficionados al fútbol. Es el tiempo liminal que hay entre ir adormilado en tren a ponerse el traje de faena, el uniforme de trabajo.

Resulta patética la peripecia de ese asesino en jefe de ETA llamando ¿a cobro revertido? a ETB y pidiendo apremiantemente que se le grabe. Desmentía su participación en un asesinato "a primera hora de la mañana". Él no, él sólo mata por la tarde y a gente con el buzo puesto. Antes no trabaja. Qué era Miguel Ángel Blanco sino un trabajador con su buzo de concejal y músico pop ya puesto; le tuvieron tres días condenado mientras los ciudadanos sufríamos por la condena. Qué Manuel Indiano sino vendedor de golosinas en Zumarraga que nunca hizo mal especial a nadie (y dejó viuda e hija). O los muertos (niña de seis años y un jubilado) de Santa Pola y los más de 34 heridos. Son asesinos. Asesinos como cualquiera (a ver si encima van a ser racistas) cuyo imaginario es diferente. Sólo eso.

Ayer hacía su purga psicoanalítica Segi, los jóvenes de Batasuna, convocando una huelga por un panadero asesinado por un exaltado policía nacional (fuera de servicio) en Navarra, detenido tras el crimen y en la cárcel a la espera de ser juzgado. ¿Quedarán en paz consigo mismos? No lo creo.

Hay más. El electorado, como reclamábamos ("que castigue a quien haga uso del terrorismo"), comienza a ser sensible frente a la mentira y el disparate. El lehendakari Ibarretxe y Josu Jon Imaz nos han metido en un callejón sin salida. ¿Sabremos apreciarlo? ¿Corregirán? ¿Les castigaremos, si no lo hacen, en las próximas elecciones autonómicas? Y sigo en otro registro, igualmente importante: ¿sabrá respetar el PSE las instituciones, empezando por Álava? Espero que sí.

Caos, Demencia y Mal Gusto, espero que quien puede (el electorado y las autoridades) sepan rectificar a tiempo. Mientras tanto, nos apuntamos a la conjura de los necios.

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