SEGUNDO VÍCTOR MOPACITA MOPACITA: Una declaración en una foto
"Amor, cariño, consuelo de mi corazón. Te amo con todo mi corazón. Sin ti no soy nadie. De María, para Víctor". Las palabras, en mayúsculas y con buena letra, se enroscan en el dorso de la foto que se muestra en esta página. Es lo que queda de Segundo Víctor Mopacita en el piso que compartía en Vicálvaro con otros cuatro ecuatorianos, todos de su parroquia, Quisapincha.
Segundo tenía 37 años, y murió en el tren que explotó en la calle de Téllez. Durante los cuatro años que vivió en Madrid trabajó como solador. En Ecuador quedaron dos hijos y una mujer embarazada de una niña a la que no llegó a conocer. La foto, en el fondo de su cartera, estuvo siempre con él. Ayer, su viuda -la María de la dedicatoria- esperaba para repatriarlo a Ecuador.
Aquí quedará su otra familia: sus compañeros de piso. Sólo uno para cinco compatriotas (en el anterior vivían ocho). Hace 15 días que lo ocuparon. Lo alquiló Delia María, que con lo que gana de las habitaciones espera traer a sus cuatro hijos de Ecuador. Era compañera de escuela de Segundo en los tiempos de Quisapincha. Se reencontraron hace tres años en el Retiro.
"Él era un hombre muy tranquilo. Le gustaba pasear. Era bien bueno y trabajador", dice Delia María. Tranquilo, pero con residencia legal. Una cualidad que usaba generosamente. "Ayudó a muchos. Si hubiera podido ayudar a toda la gente que está sin papeles, lo hubiera hecho", asegura su amigo Patricio.
Aparte de pasear, le gustaba el fútbol. Era seguidor de tres Barcelonas: el equipo de su parroquia, donde jugó de central; el del mismo nombre de Guayaquil; y, en España, del Barça. Y cocinaba muy bien. Sobre todo, chicharrones, que hacía los domingos para compartir en casa o tomarlos junto al lago de la Casa de Campo.
En el piso ha quedado un cuarto vacío. Y una foto que guarda Delia María.
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